Sentir el silencio interior es una experiencia transformadora. La mente se detiene y con esta cesación, el tiempo y el espacio dejan de existir. Sin embargo, por muy deseable que semejante experiencia suceda, el silencio no se puede provocar. Sucede si se ponen las condiciones adecuadas. Así pues, acciones como “entrar en el silencio”, hacer “voto de silencio”, permanecer callado, etc. no son más que juguetes de la mente con los que jugar a la espiritualidad.
Hablar es una válvula de escape, un sistema de seguridad necesario para no entrar en los límites de la locura cuando la presión externa es excesiva. De hecho, cuando el silencio es impuesto y no brota de forma espontánea y natural, es fácil ver la formación de pensamientos en las diferentes formas, ora graciosa, ora ridícula, ora triste, etc. que conforman los músculos faciales y, por añadidura, el resto del cuerpo, al expresar “sin palabras” todo lo que está sucediendo en la mente.
Cuando el silencio deviene, quien lo experimenta entra en armonía con el Universo. Microcosmos y Macrocosmos se funden en una sola entidad. Lo observado y el observador se convierten en pura observación. El sujeto se ha diluido en el objeto. No hay nada que hacer. Ningún lugar a donde ir… O, tal vez sí. No importa. Ocurrirá lo que tenga que ocurrir, pero todo sucederá desde la espontaneidad natural que emana de tal estado. Una espontaneidad que impregnará de autenticidad nuestros actos.
Así pues, no te auto-impongas el silencio. Permanece en ti, en tu consciencia de ser y permite que el silencio interior sobrevenga. No lo busques, encuéntralo. Y sucederá, pues no se trata de algo ajeno a tu naturaleza: eres silencio. La parte más nuclear de tu ser está conformada por silencio puro.
Permanece, pues, en tu consciencia de ser. Eres. Sin más planteamientos. No eres bueno, tampoco malo. Deja atrás todos los conceptos y quédate en tu más pura sensación de ser. Fruto de tal permanencia prolongada en la consciencia, emanará el silencio interior. Y esa experiencia, aunque tan sólo sea por unos instantes, te transformará en lo más profundo de tu ser.
Donde hay pretensión, nace la oposición. Y así es como funcionamos los seres humanos proyectados sobre el ego y arropados con la personalidad. Basta que pretendamos el silencio mental, para que la mente se reactive con una velocidad e intensidad inusitada.
La mente es muy sutil. Sabe de nuestros juegos y anhelos. Conoce nuestros juguetes y preferencias. Sabe cuando juegas a la meditación y pretendes la “cesación de las fluctuaciones mentales”. Entonces, comienza a jugar contigo… y se calla. Y tú crees que te has iluminado, o que, al menos, estás en las proximidades de la iluminación…
Mientras tanto, la mente se ríe a carcajadas de ti y de tus suposiciones, pues está esperando a que suene la campana para proseguir su incesante parloteo, mientras que tú te lamentarás al confirmar que no era iluminación lo que experimentaste, sino una trampa más de la mente y añorarás el tiempo de pseudo-silencio que ya pasó.
El silencio auténtico es interior y nace de tu Alma. Brota de ti todo el tiempo como agua fresca de manantial. Aunque hables, pienses, te emociones o estés sumergido en la acción…, puede haber y hay silencio. Sólo se trata de saber oírlo, de sentirlo.
Nada que hacer… Ningún sitio a donde ir… Ninguna técnica te llevará a que el silencio suceda. Ningún lugar puede provocarlo, ni evocarlo. Es posible que oigas hablar sobre lugares “de poder” o técnicas “maravillosas”… ¡Falacias! Una técnica es una herramienta y su única utilidad es la de entretener a la mente, no la de trascenderla. Quien trasciende, eres tú, la consciencia.
Para ir más allá de la mente (significado de trascender), tan sólo es necesario comprender. Comprender que la propia mente es posterior a ti, al Ser. La mente es un instrumento a tu disposición para interpretar las diferentes sensaciones que los cinco sentidos te proporcionan. La Consciencia es anterior a la mente.
Comprender es darte cuenta de que ya eres “Eso” que buscas con tanto anhelo. No hay nada que tengas que hacer para serlo. Bastaría con comprenderlo. Este conocimiento despierta capas profundas de tu ser, resonancias en tu interior, armónicos que sabías que existían incluso antes de leerlo.
A su debido tiempo esta información germinará, trayéndote la inmensa alegría de la comprensión de tu auténtica naturaleza… Eres… Eso debería de bastar. Ser consciente de la propia presencia de ser es obrar el milagro de estar despierto.
Pero la mente manda, no el Ser. Por ello, utilizar técnicas puede ser recomendable. Con ellas, el proceso del “darse cuenta” y, sobre todo, del “¿quién se da cuenta?”, se acelera. Siempre y cuando, no se caiga en el laberinto de las técnicas y queramos probarlas todas –resultado de una mente caprichosa dominada por el Centro Emocional- o, intentar obtener algún tipo de perfección moral, o realizar ciertas acrobacias corporales… La mente siempre está dispuesta a adherirse a algún tipo de concepto o idea. Que las técnicas sean un medio y nunca un fin.
El intento de perfección (corporal o moral) nace de la ignorancia de la propia mente. ¿Qué es lo que ignora? Ignora que el Ser que le da la vida ya es perfecto y no necesita nada más. Pero, es tan fácil extraviarse. ¡Tan fácil! La mente se proyecta sobre la realidad material en su intento por engancharse a todo, como si fuera un sedal cargado de anzuelos, y quiere cargar con todo. Eso es el apego.
A este mundo vinimos sin nada y sin nada partiremos. Mientras, cargamos con demasiadas cosas que nos impiden percibir nuestra liviandad espiritual. El espíritu que eres, y que es patrimonio común de la humanidad, se manifiesta a través del Silencio, la Paz y el Amor. Esa es su naturaleza. Y está en el centro de tu Ser. En la superficie aparece el oleaje de la mente con sus impulsos y contradicciones, sus dolores y alegrías…
A nivel personal, puedes estar naufragando entre oleadas de emoción. Y sin embargo, puedes escuchar cómo, en el fondo de tu Corazón, brota un silencio inspirador y sanador que hará que retomes el timón de tu nave y, aunque vayas con lágrimas en los ojos –porque, hay ocasiones en que lo más natural es llorar, tanto como reír-, reconduzcas tu embarcación al puerto correcto.
Y es que, hay situaciones en que se hace necesario elegir entre lo fácil y lo correcto. Esa elección, para que sea adecuada, debe de emerger desde el fondo de tu Alma. ¿Cómo saber que realmente estás ahí? Porque experimentas el silencio interior. Esa es la referencia.
Tal silencio es como un aroma, como un sabor. Una vez que hueles el sándalo, ya no tienes dudas de cómo puede ser. Lo has experimentado. Lo sabes. Podrá haber aromas similares, e incluso mejores, pero no será sándalo. Lo mismo ocurre con esta calidad de silencio. Una vez que lo experimentas, no hay lugar a la duda y, lo más importante, te servirá de referencia interna para sucesivas ocasiones.
Conecta con tu Alma. Siente a tu Ser. Experimenta el silencio interior que brota constante como un manantial. Eso eres.
Que el Silencio Interior, la Paz y el Amor colmen tu Corazón.
Publicado por la Revista “Yoga Journal” – Mayo 2.010