Es un lenguaje sutil, inmenso, completo… capaz de transmitir las sensaciones y emociones más profundas e intensas. El lenguaje de las caricias es riquísimo, nos permite decir millones de cosas, pero que conocemos o utilizamos muy poco. Y eso hora de empezar a usarlo y aprenderlo, porque su capacidad para comunicar y sentir es incalculable.
Cuando nos encontramos íntimamente con nuestras parejas, generalmente nos acariciamos durante el juego previo, dedicándonos casi en forma excluyente a las zonas consideradas erógenas (senos y geniales). La intencionalidad de estas caricias es la de excitar rápidamente, para entonces, ir a la actividad coital. Y uyyyyyy! De todo lo que nos estamos perdiendo!!!!!!!!! Es como usar sólo el color rojo, cuando tenemos todo un arco iris a nuestra disposición.
Esto no significa que esas caricias eróticas no sean sabrosas ni necesarias, pero son solo una de las taaantas caricias que podemos compartir con nuestras parejas, elevando al encuentro de la categoría de “estuvo bien” a “sublime!!!!”
¿Qué podemos comunicar a través de las caricias?
Las caricias son un lenguaje universal… El ejemplo más amoroso de las caricias tal vez sea el que le da una madre a su bebé pequeño: lo toca mientras le da de mamar; para dormirlo, para calmarlo o simplemente, porque le da un placer inmenso a mamá hacerlo. Las madres instintivamente conocen el Inmenso Poder de las Caricias.
Entonces: ¿por qué no usamos también ese increíble poder con nuestras parejas? Usualmente creemos que los hombres quieren ir directo y sin escalas al coito, y ése es un Mito. A ellos les encanta y necesitan también ser acariciados, consentidos y estimulados.
Hacer el amor es un “combo completo”, donde no sólo satisfacemos un deseo sexual, sino que generamos un xxxxxx de emociones.
Imaginemos una caricia suave en los cabellos durante el juego previo o durante el mismo coito. ¿Qué estamos diciendo? Estamos diciendo: “te mimo, te entiendo”.
Acariciando el rostro, transmitimos “me gustas”.
Una caricia profunda y con mucha presencia en el pecho masculino, le dice “me importas, te consiento”.
Con un suave toque en la entrepierna o en los labios, decimos: “te deseo”.
Estos son simples ejemplos… Cada quien tiene sus propios “modismos” en el lenguaje de las caricias, sus “palabras favoritas” y sus propias emociones que comunicar.
El reto ahora es empezar a utilizarlo.
¿Cómo empezar?
Si no estamos acostumbrados a acariciar o dejar que nos toquen, se nos puede hacer un poco difícil al principio.
Lo primero es que nos relajemos y empezamos a usar nuestras manos para empezar a hablar con este poderoso lenguaje. Una buena manera de aprender este idioma es cerrar los ojos, para poder concentrarnos en el sentido del tacto.
Recuerda que el cuerpo completo está lleno de puntos, de zonas deliciosas para ser acariciadas. No te apresures en llegar a sus zonas más erógenas. Porque además de decirle “te deseo” tú quieres comunicarle otras cosas “cuánto te gusta, cuánto lo quieres, cuánto deseas cuidarlo”. Y ahorita, sin que salga una sola palabrita de tu boca, le dirás todo esto… con tus manos.
Siente su cabello, acaricia sus orejas, sus mejillas… Detente donde creas necesario y transmítele ese sentimiento para el que las palabras, en ocasiones, no alcanzan.
Percibe las diferentes texturas de su torso… que tu caricia sea casi imperceptible, casi deslizándote sobre los extremos de sus vellitos…
Déjate llevar por el momento y básicamente SIENTE. Siente a ese maravilloso ser humano con el cual has decidido conectarte de la manera más profunda e íntima posible.
Desliza tus manos por todo ese cuerpo… y si lo deseas usa también tus mejillas o tus pestañas para darle suaves toques. Para dimensionar el poder de estas caricias, imagina que es él quien te acaricia tu rostro o tus senos con sus mejillas: es innegable el mensaje amoroso.
Saber dar y también recibir
El lenguaje de las caricias NO ES UN MONÓLOGO! ES UN DIÁLOGO, en el cual los dos estamos hablando. Y hay mujeres que están dispuestas a dar, pero no tan predispuestas a recibir. ¿Por qué nos ocurre esto? Porque las mujeres nos sentimos con mucha menos libertad y derecho de SENTIR. Estamos programadas culturalmente a DAR, como esa madre con su niño. Pero ¿¿¿Recibir??? Nos cuesta y cómo!, con el aditamento de que para algunas es incómodo ser acariciadas. Nos parece que así quedamos más expuestas, porque ahora él va a “ver mejor mis defectos, mis rollitos, mis imperfecciones”, en fin… todo eso que queremos ocultar…
Les propongo un ejercicio para iniciar este diálogo. Acuéstense cómodamente con sus parejas, uno enfrente del otro. Desnudos, con luz tenue y si se les hace más fácil, hasta tapaditos con las sábanas. La consigna es simplemente acariciarse…
Yo sé que más de una puede pensar: ¿y cómo hacemos para saber quién empieza, quién sigue y no volvernos un “ocho” en la cama?
No se preocupen por eso, porque una vez que comienzan, de manera “instintiva” o “mágica” empiezan a aprender este lenguaje…
Dense tiempo… mucho tiempo para acariciarse para que entablen el diálogo amoroso.
Cuánto más practiquen este idioma, más cosas podrán decirse y comunicarse. Y en encuentro sexual cobrará otra dimensión. No sólo encontrarán esa variedad que tanto buscan; sino que estarán de verdad “haciendo el amor”.
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