El viejo método de la interpretación de los sueños alumbrado por Sigmund Freud a comienzos del siglo XX cumple su primera centuria de existencia. Aunque mucho se ha debatido sobre su utilidad y sobre su validez, uno de los campos que en principio deberían haber atraído más a los psicólogos del subconsciente, y que raramente ha sido sistematizado de forma rigurosa, es el de las fantasías sexuales. Sin embrago, la tendencia parece haber cambiado durante la última década, y un gran número de estudios han abordado tan compleja temática. ¿Por qué tenemos fantasías? ¿Qué significan estas? Y, más importante aún, ¿qué dicen de nosotros?
Esta última pregunta es la que se ha planteado un grupo de investigadores de diferentes universidades de todo el planeta, entre las que se cuentan la Universidad de Minnesota en EEUU o la Universidad de Barlllan y la de IDC, ambas con sede en Israel. El responsable principal del proyecto es precisamente Gurit E. Bimbaum, que pertenece a esta última. La tesis principal de los investigadores es que, dependiendo de nuestra forma de amar, y de la forma en que entablamos nuestras relaciones con el sexo opuesto (pero también con los demás), así serán nuestras fantasías sexuales.
“Las tres grandes categorías son seguros, ansiosos y huidizos”
Los científicos sociales parten de la teoría del apego (o attachment theory) que señala que, dependiendo de los lazos emocionales que hayamos mantenido durante las primeras etapas de nuestra infancia, así mantendremos nuestras relaciones personales en un futuro.
En general, se estima la existencia de tres grandes comportamientos originados durante la infancia. El primero es el de las relaciones seguras, que provoca que aquellos que hayan gozado de una gran protección por parte de sus padres (o cuidadores) de la infancia, intentarán encontrar relaciones estables en su madurez. El segundo es el de la ansiedad de la relación, que generalmente sienten aquellos que eran regularmente abandonados durante su infancia y que sienten que puede ocurrir una vez más. El tercero y último, relacionado con este último, es el “huidizo”, que consiste en que las malas experiencias de la infancia provocan que tengamos reparos a la hora de comprometernos emocionalmente con otra persona.
Seis categorías, dos grandes grupos
Esta división repercute de igual manera en las fantasías que cada persona tiene, afirmaban los investigadores en un estudio publicado en 2011 bajo el nombre Dentro y fuera del sueño. Orientaciones del afecto, interacciones diarias de la pareja y fantasías sexuales. Después de investigar a 48 parejas diferentes en el período de tres semanas, llegaron a la conclusión de que, aunque hombres y mujeres solían tener fantasías sexuales en igual número, mientras que las mujeres solían pensar en su propia pareja como objeto de dicha ensoñación (en un 83%), la mitad de los hombres solían tener en su mente a otras personas en sus momentos de expansión. ¿La frecuencia con la que tenemos fantasías sexuales? Según los datos del estudio, durante un 53% de los días.
Esta división permitió a los investigadores establecer una taxonomía de seis fantasías sexuales recurrentes, que son el deseo por la intimidad, la visión de uno mismo como humillado y desvalido, la percepción de los demás como afectivos y agradables, el deseo de escapar de la realidad, la visión de uno mismo como agresivo y alienado y por último, la visión de los demás como agresivos y alienados. Estas seis categorías se dividieron en dos grupos diferentes, dependiendo del tipo de afecto al que cada persona se vea más inclinado y que pueden servir de útil guía para saber cómo somos en el amor.
“Para los huidizos, las fantasías son una manera de encontrar relaciones que no tengan reflejo en el mundo real”
Por una parte, los que suelen sufrir de la “ansiedad de afecto” (es decir, aquellos que habían sido rechazados en su infancia) presentan fantasías relacionadas con el abandono, que de esa manera podría decirse que resulta sublimado. Este tipo de personas son las que suelen tener más fantasías relacionadas con la sumisión a manos de otra persona. Algo que aparece con más frecuencia en las cabezas de este tipo de personas cuando la relación atraviesa una mala racha.
Lo que diferencia a este grupo de los demás es que, para ellos, el sexo sí permite saciar sus necesidades afectivas, lo que les permite encontrarse seguros y cómodos. Por lo tanto, son los que más disfrutan del sexo casual, ya que este tipo de relaciones les permiten recibir un empujón en su autoestima cada cierto tiempo sin tener que comprometerse de manera seria. Quizá una buena manera de explicar por qué el protagonista de Cincuentas sombras de Grey (Grijalbo), es como es.
Por otra parte, se encuentran aquellos que evitan entrar en una relación, y que por lo general en sus fantasías siempre llevan las riendas de la misma. Es decir, todo lo contrario de aquellos que sentían ansiedad. Por lo general este perfil sueña con huir del mundo real planteándose relaciones más fantasiosas o en las que la cercanía personal no es tan importante, marcadas por la agresividad y la falta de vínculos emocionales.
Además, en esos momentos en los que la relación personal atraviesa rachas complicadas, es más probable que este perfil de persona se evada de los problemas fantaseando con personas diferentes a la propia pareja. También puede ser un arma para evitar mantener una relación estrecha con un amante de verdad, libre de esos vínculos del mundo real que se perciben como dañinos.
Las fantasías como curación
El último eslabón en este camino que está conduciendo a Birnbaum y sus compañeros a deshacer el nudo gordiano que son las fantasías sexuales se encuentra en su último trabajo, llamado Los efectos de la inseguridad activada por el contexto de las relaciones en las fantasías sexuales. En él, los autores identifican una de las funciones que las fantasías cumplen, es decir, servir de herramienta para afrontar las inseguridades que surgen durante cualquier tipo de relación amorosa, más allá de servir de mero estímulo para la relación sexual. Como indica el estudio, “las fantasías sexuales son un componente esencial de la vida adulta que se experimenta de manera privada en un mundo virtual y, por lo tanto, proporciona una mirada única sobre los deseos y los procesos mentales más íntimos de una persona”.
“Las personas inseguras no suelen fantasear con parejas afectuosas”
Aplicando el mismo modelo que en su anterior estudio, los investigadores señalan las diferentes utilidades que pueden tener esta clase de fantasías en cada tipo de persona. Así pues, las personas que manifestaban sentir una mayor inseguridad respecto al contacto con el otro sexo solían tener la visión de relaciones marcadas por la distancia, la hostilidad y la percepción de otras personas como alienadas. Cuando una persona se siente insegura, lo más probable es que tenga fantasías donde el deseo de ser deseado es mucho mayor, pero, por el contrario, inhibe los contenidos relacionados con la “promoción de las relaciones”, es decir, la presentación de las demás personas como agradables o afectuosas.
En términos generales, y como ocurre con cierto tipo de sueños, para lo que sirve la imaginación sexual es para escapar de un presente real que nos puede hacer daño o poner en compromiso nuestra estabilidad y nos permite internarnos en un mundo virtual, ficticio, donde cualquier cosa puede ocurrir sin grandes consecuencias. Por eso es tan frecuente que las fantasías aparezcan en momentos de inestabilidad personal y crisis de las relaciones.
Fuente:
www.elconfidencial.com