Una vez que nos han traicionado, es muy difícil que nos permitamos volver a confiar en alguien. Aunque si caemos en esta actitud de estar a la defensiva, también sufrimos, ya que creamos una muralla emocional tan gigantesca que nos aleja de volver a sentir y entregarnos.
Simplemente no es justo que dejemos de confiar en alguien más por lo que nos ha sucedido en el pasado. La confianza en realidad es un hermoso regalo que todos poseemos, es nuestra habilidad para creer que las cosas van a suceder como queremos o mejor, que nuestro vínculo tiene posibilidades.
Al confiar en otras personas tenemos fé en ellas, confiamos en que las decisiones que tomen van a ser respetuosas, amorosas y que esa persona va a cuidarnos en el amplio sentido de la palabra. Queremos que nos amen con honestidad. Cuando confiamos en nosotros confiamos en nuestras capacidades, nuestras decisiones. Nos amamos, nos tomamos en cuenta y sobre todo nos respetamos en nuestras necesidades, sin pasar a nadie por encima. Para conducirnos en la vida, lo hacemos sobre la base de valores firmes e integridad.
En esos momentos muy tristes cuando somos traicionados, tendemos a culparnos, “nunca debí haber confiado en esta persona, cómo pude haberme equivocado tanto, fue todo una gran pérdida de tiempo” La realidad es que nuestra naturaleza es muy amable en ese sentido, nosotros nacemos creyendo en el otro, la desconfianza es algo que vamos aprendiendo con el tiempo. No hay nada de malo en ser prudente, pero la desconfianza absoluta, el creer que ya nos van a traicionar de antemano, solamente hace que encasillemos a los demás y quizás nos perdamos de una excelente oportunidad para simplemente ser feliz junto a alguien más.
Nosotros somos seres completos, los demás agregan alegría a nuestra vida y está comprobado que tener vínculos positivos nos hacen sentir muy bien. Pero nadie puede darte amor sino sabes amarte a ti primero y tampoco nadie puede quitarte nada que ya poseas a nivel emocional, si te han traicionado no eres menos, no tienen derecho a quitarte tu alegría ni tu habilidad para confiar. Si alguien no actúa de acuerdo a tus expectativas no quiere decir que seas un tonto ingenuo, podemos sobrevivir a la decepción, en todo caso, las malas experiencias que tenemos con los demás se pueden convertir en experiencias de aprendizaje. No tenemos que culparnos por haber confiado en alguien que no estuvo a la altura de la situación, en realidad tendríamos que sentir pena por alguien que no sabe compartir saludablemente un vínculo e intentar dejar ir a esta persona de nuestra vida, si ya ha demostrado que no hay oportunidad de cambio genuina.
La confianza es vital para cualquier relación, no podemos vincularnos con los demás desde la premisa de que nos van a traicionar. No es justo que una persona que aparece en nuestra vida por primera vez, deba pagar las consecuencias de nuestros monstruos del pasado. Ya con nuestra sabiduría encima, intentando ser lo más objetivos posibles, podemos evaluar con más facilidad las intenciones de los demás. Cuidémonos, pero no desde la paranoia total. Tal vez esta nueva persona pueda sorprendernos si tan sólo se lo permitimos.
Aprendamos a reconocer a las personas confiables. Seamos observadores, pensemos cómo esa persona trata a los demás, pensemos si su manera de ser cambia cuando está en público. Al comenzar un nuevo vínculo en cualquier ámbito, tenemos que ser cuidadosos y no entregarnos 100% de inmediato, vayamos evaluando el terreno con cautela. Compartiremos detalles sin importancia de nuestra vida y esperaremos a ver cómo reacciona, ¿es alguien que le gusta repartir chismes, ha respetado nuestra privacidad? Si en pequeñas cosas ya hay una falta de respeto, seguramente con situaciones más importantes la traición estará presente.
Si nos han traicionado y estamos convencidos de que nos va a volver a suceder, seguramente vamos a tener razón. Estaremos tan alertas que cualquier señal inocente denunciará “una traición”, vamos a ver lo que queremos ver. Estas actitudes van a agotarnos y también a la otra persona, que quizás por despecho termine comportándose de la manera que tanto temíamos.
Nosotros nos merecemos buenas relaciones, personas en quienes podamos confiar plenamente, tenemos que saber que merecemos lo mejor. Si somos honestos esperemos lo mismo de nuestros vínculos.
Jamás podremos controlar las acciones de los demás, pero sí podemos controlar cómo vamos a responder a estas situaciones. No interesa si nos han traicionado, eso no quiere decir que no seamos inteligentes, ni capaces, ni buenos, simplemente caímos en las manos equivocadas por esperar lo mejor del otro. No es tonto de nuestra parte esperar lo mejor, es que a veces lamentablemente las cosas no resultan cómo uno las espera.
Aprendamos a movernos por la vida con confianza en nosotros mismos, siempre tratando de dar lo mejor, sabiéndonos merecedores de amor y respeto, evitemos enojarnos por haber sido ingenuos con alguien, en realidad poder confiar es una habilidad estupenda que no es justo que la perdamos por situaciones que no fueron dignas de nosotros. Siempre existe alguien que vale la pena, solamente tenemos que darle la oportunidad de que nos lo demuestren.
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