Cuando la práctica de la meditación se torna un hábito comenzamos a desarrollar cierta destreza en el “atestiguar” del testigo de tal manera que cada vez vamos siendo más conciente de realidades cada vez más sutiles de nosotros mismos y del universo.
En un determinado momento la “pantalla de cine” que el testigo atestigua no posee ninguna película. En este momento la mente-ego ha cesado completamente su actividad lo que nos permite percibir el sustrato mismo y común entre la película del cine y el testigo.
Esto significa que el testigo descubre un sustrato completo de plenitud pero ausente de formas, de ideas o de elementos. No hay allí nada para ver y sin embargo allí esta todo pues ese es el escenario en el que todo ocurre. Llegamos, por primera vez, a la aprehensión del sustrato último de toda experiencia. Allí es justamente donde las experiencias ocurren, lo cual significa que hemos trascendido el estrato tradicional de la experiencia.
La única manera de ilustrar ese estado es solamente mediante metáforas. A mi me da la especial sensación de estar en un basto océano iluminado con una tenue luz, completamente pleno y perfecto.
Algunas filosofías orientales llaman a estos estados “vacuidad” pues allí no hay nada que ver en el sentido de que no hay formas, seres o elementos mentales que apreciar. Todo es como un gran escenario perfecto y pleno pero sin nada que apreciar sobre el mismo.
Evidentemente, como podrá apreciar el lector, la intención de ilustrar con palabras estos estados es sumamente difícil y solamente se puede dar una aproximación cognoscitiva mediante el uso de metáforas.
La conciencia radical de este estado nos transmite la certeza de que esa “vacuidad” o “sustrato” es común y esencial a nosotros de tal manera que podemos pensar que somos parte de eso. Ese estrato no es de este mundo sino de todos los mundos, es algo completamente presente, perfecto, eterno y radical y, sin embargo, es como si fuera nada.
¿Cómo sentirse separado de la trama íntima del universo luego de tamaña experiencia?
La cumbre del proceso meditativo
Si somos cuidadosos en el análisis del proceso meditativo que hemos explicado hasta aquí, nos puede dar la idea de que hay un progresivo alejarse del mundo de la forma o mundo manifiesto. Sin embargo, la cumbre del proceso meditativo implica la integración de los elementos que anteriormente se mostraban separados, a saber, el testigo, el sustrato, la vacuidad, etc.
El proceso meditativo alcanza su punto culmine cuando el testigo se reconoce como un canal a través del cual ocurre la manifestación del mundo. El testigo y todo lo existente es, a la vez, una realidad en si misma y una realidad a través de la cual se conforma el mundo. Todos los seres manifiestan su conexión ineludible con un sustrato de “ser” común a todos ellos a la vez que ellos mismos sirven como canales de manifestación. El testigo ya no es, en este estrato, el que experimenta el “sustrato” sino que, más bien, es como una especie de apertura a través de la cual el sustrato se manifiesta. Somos algo propio en nosotros mismos pero a la vez somos el canal a través del cual algo, que no somos nosotros, viene a traer algo de si al mundo.
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