La expansión de la conciencia y de nuestra identidad
Si ya no nos identificamos con nuestro ego en el sentido de que advertimos que no somos eso, comenzaremos a identificarnos con ese sujeto testigo mas permanente y estable del cual hablábamos anteriormente.
Ya no somos ni nos identificamos como siendo “un manojo de pensamientos encontrados” sino un testigo permanente de ellos. La toma de conciencia sobre la existencia de este sujeto-testigo logra expandir la conciencia de quienes somos en realidad llegando a vislumbrar que formamos parte de una comunidad universal de seres con un estrato, fundamento y origen común. En este punto preciso comienza a expandirse la noción sobre la dignidad del ser humano y sus fundamentos. Y no solamente los de el mismo sino la de todos los seres existentes.
Comenzamos a darnos cuenta que el materialismo que dominó nuestra vida hasta este momento comienza a desvanecerse y desintegrarse. Comenzamos a vislumbrar la evidencia de que no somos solamente “este cuerpo” sino que también somos el sustrato inmaterial que lo anima. Justamente alma en lengua latina se dice “anima” o, lo que es lo mismo, “lo que anima (desde adentro)”.
De esta manera el ser humano comienza a mostrar todas sus dimensiones entre las que encontramos la material-corpórea, la psíquica-emocional, la mental y la espiritual. La comprensión de que el ser humano no es unidimensional sino multidimensional nos salva de caer en alguno de los reduccionismos tan comunes de nuestros días.
Entre los reduccionismos más comunes, algunos de ellos ampliamente utilizados por los medios masivos de comunicación y por la publicidad, encontramos al materialismo que pretende reducir al ser humano a su estrato o dimensión material. Cuando el ser humano es considerado de esta manera lo único importante para el mismo es su “superficie”, es decir, su aspecto exterior. Convertir a las modas, a las cirugías estéticas y al culto a la belleza exterior en lo más importante para el ser humano es alimentar el mencionado reduccionismo materialista.
No estamos diciendo que las “superficies” no sean importantes sino que no son lo más importante o a lo que todo el resto del ser humano ha de reducirse. Lo exterior y material del ser humano debe encontrar su importancia dentro de otras dimensiones humanas tan o más importantes que ella en función de jerarquías que le son propias.
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