Aunque la Biblia se refiere a los ángeles de muchas maneras, por ahora consideraremos tres formas de mostrar a los ángeles:
1. Dios aparece con los ángeles;
2. Los ángeles son los mensajeros de Dios;
3. Algunas, o todas las personas, poseen su propio ángel.
Esto lo podemos ver escrito muchas veces en la Biblia, aunque la mayoría de las veces se refieren a ello como «el ángel del Señor». El primer ejemplo ocurre en el Génesis, capítulo 16, donde el ángel del Señor se aparece a su siervo Abraham, aunque no sabemos si se trata del mismo que se menciona en el versículo 7, o si en realidad ahora se trata realmente de Dios. Según la traducción que leamos lo relacionaremos con Dios o con un ángel, pues la frase del versículo 10, «Yo multiplicaré a tus descendientes», parece obra de Dios; y este dato no es algo aislado, ya que lo encontramos repetido frecuentemente. Una explicación sensata es que en realidad Dios y los ángeles son lo mismo, y que emplea esta forma más humana para materializarse delante de las personas, adoptando diferentes nombres para evitar confusiones. La Biblia no apoya plenamente este razonamiento, pues alega que una cosa es que Dios se aparezca como un ángel (íngel de Dios o íngel del Señor), y algo muy diferente que Dios sea un ángel.
La teología del Antiguo Testamento incluyó la creencia de que un ángel es un espíritu puro creado por Dios y el nombre se aplicó a ciertos seres espirituales o inteligencias que residen en el Cielo, y que son empleados por í‰l como los ministros de Su testamento. El Antiguo Testamento subraya sobre todo la especial participación de los ángeles en la celebración de la gloria que el Creador recibe como tributo de alabanza por parte del mundo creado. Los Salmos, de modo especial, se hacen intérpretes de esa voz cuando proclaman, por ejemplo: «Alabad al Señor en el Cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles…» (Sal 148,1-2). De modo semejante el Salmo 102: «Bendecid a Yahvé vosotros sus ángeles, que sois poderosos y cumplís sus órdenes, prontos a la voz de su palabra». Este último versículo del Salmo 102 indica que los ángeles toman parte, a su manera, en el gobierno de Dios sobre la creación, como «poderosos ejecutores de sus órdenes», según el plan establecido por la Divina Providencia.
A los ángeles está confiado en particular un cuidado y solicitud especiales para con los hombres, en favor de los cuales presentan a Dios sus peticiones y oraciones, como nos recuerda, por ejemplo, el libro de Tobías (especialmente Tob 3, 17 y 12, 2), mientras el Salmo 90,11-12 proclama: «A sus ángeles ha dado órdenes… te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra». Siguiendo el libro de Daniel, se puede afirmar que las funciones de los ángeles como embajadores del Dios vivo, se extienden no sólo a cada uno de los hombres y a aquellos que tienen funciones especiales, sino también a naciones enteras.
El Corán también habla de sus propios ángeles y los diferencia por jerarquías, aunque cuatro de ellos tienen una importancia esencial en esa religión: Gabriel, que ayudó a traer el Corán al mundo; Israfil, que tocará la trompeta final al fin de los tiempos; Israel, el ángel de la muerte; y Miguel. También tienen a su ángel malvado, en este caso bajo el nombre de Iblis o Satán, el responsable del engaño a Adán y Eva.
El Nuevo Testamento puso de relieve las tareas de los ángeles respecto a la misión de Cristo como Mesías y, ante todo, con relación al misterio de la encarnación del Hijo de Dios, como constatamos en la narración de la anunciación del nacimiento de Juan el Bautista, de Cristo mismo, en las explicaciones y exposiciones dadas a María y José, en las indicaciones dadas a los pastores la noche del nacimiento del Señor, y en la protección del recién nacido ante el peligro de la persecución de Herodes.
Más adelante, los evangelios hablan de la presencia de los ángeles durante el ayuno de Jesús en el desierto a lo largo de cuarenta días y durante la oración en Getsemaní (Le 22, 43). Después de la resurrección de Cristo será también un ángel quien dirá a las mujeres que habían acudido al sepulcro y estaban sorprendidas por el hecho de encontrarlo vacío: «No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí… Pero id a decir a sus discípulos…» (Me 16, 6-7).
María Magdalena, que se ve privilegiada por una aparición personal de Jesús, ve también a dos ángeles, mientras que otros se presentan a los apóstoles después de la desaparición de Cristo para decirles: «Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando en el cielo? Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo, vendrá como le habéis visto ir al cielo».
Incluso san Pedro reconoce su existencia cuando escribe: «Está a la diestra de Dios, después de haber ido al cielo, una vez sometidos a los ángeles, potestades y poderes».
Si pasamos a la segunda venida de Cristo al final de los tiempos, es decir, a la «parusía», hallaremos que todos los escritos hacen notar que «el Hijo del hombre… vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles», tal y como san Mateo hace en la descripción del juicio final.
También san Pablo, en la carta que dirige a los efesios, al hablar de la resurrección de Jesucristo dice que «está sentado a la derecha del Padre… por encima de todo principado, potestad, poder y dominación y de todo cuanto tiene nombre, no sólo en este siglo, sino también en el venidero».
Por otra parte, en su carta a los colosenses también se refiere a ellos: «… porque en el fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, lasvisibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades: todo fue creado por el y para el».
Se puede, por tanto, decir que los ángeles, como espíritus puros, no sólo participan en el modo que les es propio de la santidad del mismo Dios, sino que en los momentos claves rodean a Cristo y lo acompañan en el cumplimiento de su misión salvadora respecto a los hombres. De igual modo, también toda la tradición y el magisterio ordinario de la Iglesia han atribuido a lo largo de los siglos a los ángeles este carácter particular y esta función de ministerio mesiánico.