La práctica del ocioUno pronuncia la palabra "vacaciones" y cierto estremecimiento de placer ya le recorre la piel y algunas circunvalaciones de la mente. Y el ocio, claro está. No hacer nada, el ideal de todo ser humano civilizado. No hacer nada.
Suena fantástico. Por eso uno se desespera esperando esos fines de semana largos, las fiestas del calendario y, en particular, los meses de verano, las tan soñadas vacaciones. Claro que...
–¿Cómo se hace para no hacer nada?–le pregunté a un amigo que salía de vacaciones con toda la familia, cuando fui a despedirlo y de paso le ayudé a cargar el auto con todas esos utensilios de supervivencia ociosa, que uno acarrea para alcanzar la dicha.
Se irguió. Dejó la bicicleta del nene colgando del portaequipaje. Me miró con recelo y me dijo:
–Dime una cosa, ¿viniste acá como amigo o como enemigo?
–¿Por qué?– inquirí con inocencia socrática.
–Es que me planteas cada pregunta...
Entendí que mi divagación filosófica le podía arruinar el período más feliz de su existencia anual, y también nuestra recíproca amistad. En consecuencia me despedí rápidamente.
–¿Cómo se hace para no hacer nada?–he ahí un interrogante que Hamlet no se imaginaba, pero que el hombre de este vertiginoso siglo no puede eludir.
Resulta que uno recibe de la sociedad dos grandes mensajes contradictorios:
–Hay que trabajar, hay que producir, hay que matarse para vivir mejor.
–Hay que descansar, hay que procurarse ocio, hay que disfrutar, hay que desenchufarse, olvidarse del ministro de Economía, viajar, cambiar de aire, gozar del ocio, y no hacer nada.
¿Cómo se hace? Y llega el gran día, y uno ya está en el lugar ideal, elegido, premeditado, y... Ahí uno descubre el tiempo. Todo el año le falta tiempo, y de repente a uno le sobra tiempo. Y para eso no estamos preparados. Porque la nuestra es civilización del negocio, es decir negación del ocio; mucho trabajo, eficiencia, y cuando nos ponemos a descansar... no sabemos cómo se hace.
Les diré cómo se hace: hay que practicar el ocio, como se practica el negocio. Sí, practicarlo, como practican los atletas, los músicos, y los cantantes. Todo reclama disciplina.
Es todo un trabajo no hacer nada, lo sé. Es todo un aprendizaje. Lo que más vale en la vida, más cuesta, no en dinero sino en esfuerzo mental, de corazón, de disciplina interior.
Hay que aprender a disfrutar el ocio de cada semana. Una vez a la semana. Sin aparatos ni fugas a lugares espectaculares. Disfrutar es seleccionar entre los frutos y saborearlos. Disfrutar es saborear, vivir lo que se está viviendo.
Fuente:
www.superacion-personal.net