Cuan fácil es tomar partido en los problemas ajenos o dictaminar sobre los defectos de otro. Decidir qué es bueno y qué es malo... elevar hasta los altares a un nuevo héroe o declarar un nuevo villano, amigo o enemigo de ciertos intereses más o menos mayoritarios.
Qué rápida se mueve la materia gris cuando se trata de emitir un juicio sobre otros... y qué lenta o inmóvil permanece ante el ejercicio de la autocrítica.
Jueces, y si pudiéramos... verdugos
Vemos a personas indignadas y alteradas por asuntos de dudosa trascendencia, rasgándose las vestiduras, llenos de odio, con la ira apoderándose de ellos a través de sus ojos... dando "magistrales lecciones morales" a través de esa ventana velada al mundo que es la televisión (el mundo que nos quieren convencer que debe ser), víctimas de un ego tan henchido que vuelve opaco su juicio.
Cómo nos dejamos llevar por las palabras que dejan flotar en el ambiente... como nos gusta discutir y juzgar... (más si llevamos razón, o creemos llevarla...) y qué difícil es quitarle a alguien la etiqueta cuando se le coloca.
Qué convencidos estamos de la verdad (nuestra verdad, por supuesto) y qué clara creemos verla... llegamos en ocasiones hasta la violencia por "defenderla" (¿ego? ¿interés de algún tipo...?). Como si la verdad necesitara de paladines... ¿qué verdad? me pregunto.
Tratamos de convertir "nuestra verdad" en la causa de los demás. Así nos va...
Prejuicios, origen de la incompatibilidad inexistente
Un proverbio reza:
"Antes de juzgar a alguien, camina una milla en sus zapatos."
¿Conocemos realmente cada persona o situación que nos invita a ser juzgada? ¿Sabemos realmente de lo que hablamos, o simplemente creemos saberlo...? Nuestra agudeza mental se afina hasta límites insospechados cuando se trata de sacar conclusiones con mínimos parámetros de información. Enseguida creemos saber "lo suficiente"... será por el carácter creativo de la mente... Pero qué lástima que se invierta dicha creatividad de forma tan poco constructiva.
Como dice Eduard Punset... "¿Puedes demostrar lo que dices...?" ¿o simplemente lo has oído por ahí...? Sólo hace falta querer creer algo para ser convencidos fácilmente (mitos, impresiones, prejuicios, partidismo, etc...).
Llevamos mucho lastre mental y éste nos condiciona, nos hace perder el norte de vez en cuando. Quizás necesitamos cuestionarnos lo que creemos saber más a menudo... procurar informarnos y documentarnos de algo lo suficiente como para poder generar ideas bien fundamentadas. Abrir la mente... desintoxicarnos mental e ideológicamente si queremos aspirar a tener buen juicio, y no solo prejuicio.
"El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando."
(Miguel de Unamuno)
La primera impresión
Dicen que la primera impresión es importantísima al conocer a alguien. Te la juegas... porque tendemos a encajonar a la gente nada más transcurridos los primeros instantes... como un pequeño resorte que salta de forma involuntaria.
Nos encanta poner etiquetas. Lo etiquetamos todo... y sobre todo, no somos para nada pacientes (no lo somos, ni con nosotros mismos...). Como le pongamos los puntos a alguien... la lleva clara...
"Todo lo que te molesta de otros seres, es solo una proyección de lo que no has resuelto de ti mismo."
(Siddharta Gautama Buda)
Con algunas personas conectamos rápidamente,
con otras... no tanto
Los mecanismos de la compatibilidad social son curiosos. Posiblemente las personas con las que más predisposición tenemos a una buena relación simplemente son aquellas que no nos recuerdan con su actitud nuestros propios defectos, más allá de las que atesoran grandes virtudes, ya que quizás se corre el riesgo de generar alguna malsana envidia si de ellas carecemos.
A uno de los amigos que más estimo lo conocí porque nos enfrascamos en una pelea... al tiempo el destino quiso hacernos coincidir en muy distintas circunstancias y afortunadamente sin rencor se produjo un segundo acercamiento (menos hostil), fraguándose así una amistad que dura hasta el día de hoy.
Sin duda nos sorprenderíamos de lo que podemos llegar a aprender de alguien si le diésemos una segunda oportunidad. Pero juzgamos... y decidimos que esa persona no es merecedora de compartir nuestra magnífica compañía, amistad, ayuda, afecto, etc... (ni el aire que respiramos, en casos extremos...).
Juguetes de la circunstancia
Todos tenemos una historia. Quizás nos gustaría ser menos ignorantes, estar mejor educados, tener un carácter más afable, ser más simpáticos... pero a veces no es así... y no por ello somos culpables de nada ni se nos debería reprochar por ello.
El que más, el que menos... todos procuramos encajar
de alguna manera en algún sitio
Es más, no todos podemos tener todos los días un día estupendo y divino de la muerte... ni comportarnos igual en el trabajo con un jefe ávido de resultados que entre cervezas con los amigos.
Tu mejor y más amado amigo puede ser alguien tremendamente odiado por otra persona, y puede que esa otra persona, ni siquiera tenga que caerte mal... así de subjetivos somos.
Misma persona... distinta situación, muchas veces la diferencia entre héroe o villano.
Tendemos a defender lo que apreciamos, cegándonos a veces... y atacar aquello que rechazamos, muchas veces por simples prejuicios, y más grave y triste aún, quizás ni tan siquiera por experiencia propiamente adquirida.
"Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo."
(José Ortega y Gasset)
Observando, leyendo entre líneas
Objetividad... Es complicado, pero necesaria. Es difícil disponer de la ecuanimidad necesaria para no ser afectados por la circunstancia, somos seres emocionales al fin y al cabo.
Aprender a valorar lo mejor de las personas, apreciar sus virtudes, aceptar sus defectos y aprender de ambos, asimilando los rasgos positivos y corrigiendo los negativos.
Observar con perspectiva... y cuando la tentación se intente apoderar de mi... respirar profundo, parpadear... y procurar hacer el ejercicio mental de ponerme sus zapatos, antes de decir o tan siquiera pensar algo que solo el tiempo ayude a corregir.
http://reflexiorama.blogspot.com.ar/2012/11/jugar-juzgar.html