Es digno de elogio que quieras enjugar las lagrimas de tu prójimo y aliviar su sufrimiento, pero regodearos durante horas en la negatividad, no hará que su actitud se vuelva más positiva.
Enfocaros interminablemente en lo que NO quiere, no hará sino atraer más de lo mismo. ¿Por qué esperas recoger tomates si lo que has sembrado son lechugas?
Si sientes lástima por él y lo ves como un ser desgraciado víctima de las circunstancias, no le estarás ayudando a que recupere su poder y su libertad.
Si bajas con él hasta el fondo de su desesperación y permaneces allí a su lado, no tendrás NADA que ofrecerle, ya que habrás perdido la perspectiva más amplia de tu Yo más expandido, que será lo único que podría inspirarle a subir de nuevo a la superficie.
Tiéndele la mano, pero si se obstina en hacerte caer al abismo en que se encuentra, y te sueltas de tu posición segura, te habrás convertido en parte del problema y no podrás ofrecerle ya ninguna solución.
Por otro lado, la gente sólo viene a ti para contarte sus miserias, porque eso es lo que esperas de ellos. Los ves como seres desvalidos y débiles que necesitan del apoyo continuo de otras personas. Y al mismo tiempo, tú te consideras como una aliviadora profesional de penas, así que encajáis como una mano y un guante.
Mientras los sigas viendo a ellos como indefensos, y a ti como defensora, no te los podrás quitar de encima ni a escobazos.
La razón de que comenzaras a atraer a personas deseosas de verter sus lagrimas, quizá se debió a que creíste que necesitabas justificar tu existencia por medio de sacrificarte por otros.
Es posible que creyeras que valías tan poco que la única manera de volver a sentir que merecías estar viva era descuidando tu bienestar y dándolo todo a los demás.
Pero si te fijas bien verás que todos disfrutamos de cosas que no podríamos pagar aunque quisiéramos: ¿Cúanto cuesta el sol que ilumina tus días y calienta tu piel? ¿Cuánto vale el aire que acaricia tu rostro y te permite respirar?
Mereces disfrutar de todo lo que la vida te ofrece. No tienes que hacer NADA para ganártelo.
Recuerda que eres profundamente apreciada y querida.
Recupera tu dignidad, hermosa criatura.
Presta tu ayuda si eso te hace feliz, pero no te sientas obligada a ello.
En definitiva, cada uno es el creador de su propia experiencia y No es tu tarea arreglarle la vida a nadie. En su lugar, inspíralos mediante tu propio ejemplo. Transfórmate en el ser libre, independiente y seguro en que a ellos les gustaría convertirse. Esa será, sin duda, la mejor ayuda que podrías prestarles.
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