En el repertorio de las religiones judeo-cristianas, existe un personaje que juega un papel muy importante, siendo uno de los protagonistas en el juego de la vida. No es Dios, no es Moisés o Jesús, no es un profeta ni un santo, aunque sin duda es un ángel, es el diablo.
Llamado Lucifer, Satán, Behemoth, Beelzebuh, Azael, entre otros tantos nombres, el diablo "encarna" a la maldad, siendo lo contrario de Dios, que es todo lo bueno, bello y verdadero. Antiguas tradiciones religiosas recogen la idea de una divinidad de la destrucción, el caos y la muerte, aunque no necesariamente maligna, sino necesaria para el equilibrio que mantiene al universo funcionando.
En el antiguo Egipto tenemos a Seth, hermano de Osiris, señor de la obscuridad y el caos, aunque en realidad él se une a Horus en la batalla final contra la serpiente Apep, que sí es el mal encarnado según la cosmovisión egipcia. En Persia Ahura Mazda es creador de todo lo bueno y bello del mundo, pero su contraparte, Angra Mainyu ha corrompido su creación haciéndola malévola y creando cosas que perjudiquen a su hermano.
La idea de un diablo surgió originalmente de estas antiguas ideas, mismas que el judaismo adoptó para su religión y que se convertiría, junto con la idea de los ángeles y la vida después de la muerte, en algo esencial de su dogma. Posteriormente el cristianismo y el Islam, como provenientes de la tradición hebraica, los tomarían respectivamente para sí.
Sin embargo, el diablo ha sido culpado de los mayores crímenes de la humanidad, convirtiéndose en el padre de toda perversidad y desequilibrio, eximiendo a los "pobres" humanos de toda responsabilidad por sus acciones. En la Biblia si bien se mencionan varios nombres y títulos del demonio, en realidad no se hace una indagación más profunda con respecto a sus orígenes. "Satán" ó "Satanás" significa oponente, por lo que no es un nombre sino un título dado a Lucifer.
Según el folklore, Lucifer fue Luzbel, el ángel más brillante y perfecto de la creación, pero su soberbia lo cegó y llegó a pensarse mayor que Dios, razón por la cual cayó. Supuestamente este hecho está reflejado en Isaías, donde el profeta habla del Lucero de la mañana que se precipitó sobre la tierra por su orgullo, sin embargo se sabe que el hombre se refería al rey Nabuconodosor que por ese entonces esclavizaba al pueblo hebreo y no a un enemigo espiritual.
En el Corán, por otro lado, sí se hace referencia al origen de Iblis, el nombre árabe de Lucifer, quién se negó a postrarse delante de la creación cúspide de Dios: el hombre, mostrándose de ésta manera mejor portado que el Creador, ya que Él había establecido en sus Tablas de la Ley que "No adorarás a otros ídolos más que al Señor Tu Dios". Ciertamente en el relato, Iblis muestra que parte de su obediencia se debía a la aparente superioridad que tenía sobre los seres humanos, ya que "ellos están hechos de barro inmundo y nosotros de luz".
Seguido de esto, Iblis se retira del cielo para comenzar su labor, que sería hasta el fin del tiempo la de tentar al hombre y hacerlo caer, para mostrar a Dios su maldad y la superioridad de los ángeles sobre la creación humana. Esto se muestra de manera explícita en el libro de Job, en el que Luzbel se presenta ante Dios, como un hijo más entre sus hermanos, donde su Padre lo recibe y entonces el angel caído le hace una propuesta: probará a Job ante los ojos de la Divinidad. El hombre prevalece a pesar de las grandes pérdidas y reclamos, y el diablo pierde ante su intento.
De igual manera lo observamos tentando a Jesús, ofreciéndole pan a la mitad del desierto para calmar su hambre; tratando de hacer que se arrojara de un precipicio para que los ángeles vinieran a rescatarlo y proponiéndole que se postrará ante él con la promesa de tener todos los reinos de la tierra (razón por la que es llamado príncipe del mundo). Como podemos observar, la misión del diablo es menos perversa de lo que creemos, ciertamente no es el que está sometido a juicio por sus pecados, sino el fiscal, acusando a la humanidad de todo lo malo que ha hecho, teniendo a Dios como juez.
Podemos notar que la relación que llevan Dios y Jesús son bastante cordiales con éste, a pesar de ser su "enemigo", incluso me atrevería a afirmar que son muy amistosas. El libro de Job, menciona que el diablo estaba entre los ángeles en el cielo, y su Padre le pregunta dónde había estado. Cuando Jesús es interceptado por Judas en Getsemaní, le hace una pregunta: "¿Qué haces aquí amigo?". No se refiere a Judas, sino al diablo que estaba presente en el momento de su detención.
En la actualidad existen muchos grupos que dicen ser "satánicos", sin embargo, la gran mayoría lo hace sólo por llamar la atención; otros son los que siguen la figura del diablo como una oposición contra las restricciones y prohibiciones de la iglesia; y finalmente, unos muy escasos que se dedican a hacer el mal, más por ser psicópatas y demás enfermos que por seguir una doctrina.
Recordemos que el diablo fue ligado muchas veces a cosas que se oponían a los intereses de la Iglesia. Su iconografía (cuernos y patas de cabra) proviene del dios Pan, señor de la fertilidad y la naturaleza, a quién era necesario erradicar para los dogmas cristianos, de igual manera los placeres comenzaron a verse como pecados graves; el nombre "demonio" proviene del griego "daimón" que eran espíritus que acompañaban al hombre a manera de ángeles guardianes, lo aconsejaban y guiaban por la vida. y eran el vínculo entre éste y los dioses
Algunos afirmaban que existía un daimón bueno que incitaba al bien y otro malo que tentaba al mal, ambos siempre presentes. Pero la relación entre estos espíritus y el diablo, surge porque una concepción marcaba a los daimones como los dadores del conocimiento, quienes inspiraban las ciencias y las artes; como todos sabemos, el conocimiento en la edad media era sinónimo de pacto con el diablo, un pecado muy grave. De ahí que varios siguieran al diablo, no como un señor del mal, sino como patrono del conocimiento, de la ciencia y el arte.
De hecho, la relación entre Lucifer, "dador de Luz" y Venus, significa completamente otra cosa para la figura del diablo, que no es un ser maligno, sino un iniciador en las más altas esféras del conocimiento, quien da al hombre la luz para guiarse en la obscuridad, otro siervo más de Dios.
Las evidencias nos llevan a una conclusión bastante herética, que el diablo no es tan malvado como creemos o nos quieren hacer creer. Lucifer no es el autor de todos los males, no se la pasa maquinando contra la humanidad, puede que incluso sufra bastante, como reflejan varias obras de Doré, en que se muestra a un Lucifer vencido y triste. Como nos enseña Job, es sólo otro instrumento de Dios, un siervo cuyo trabajo es probar a la raza humana.
Somos los hombres quienes escogemos hacer el mal o el bien, todo está sujeto a nuestra elección. En más de una ocasión me atrevería a decir que la maldad del hombre es mayor que la del diablo. Hemos cometido graves faltas contra todo lo bueno y bello de este mundo, pero eso sí, encontramos siempre a un culpable, que en este caso es el diablo.
Aprendamos a ser conscientes de nuestras propias obras y a ser responsables de ellas, que sí arrojamos una piedra, otra será arrojada de regreso, es la ley de la vida; y aprendamos a tener compasión de nuestros enemigos, incluso a imitarlos en sus virtudes: "sean blancos como palomas pero astutos como serpientes"; pero sobre todo a seguir un mandamiento sublime, que aplica con todo: "amen a sus enemigos", "ámense los unos a los otros como yo los he amado", incluso al pobre diablo.
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