El cáñamo es una planta fibrosa cuyos ejemplares hembra son los mejores productores de cannabinoides, los principios activos que, como el cannabidiol, ácido cannábico, ácido cannabinoico, ácido cannabidiólico y tetrahidrocannabinol o THC, se concentran particularmente en las resinas. El cáñamo, o al menos una de sus variedades (Cannabis sativa) fue, según los testimonios de que disponemos, una de las plantas cuyo uso estuvo muy difundido en la Antigüedad con el fin de obtener una experiencia extática. Las sustancias activas del cáñamo tienen propiedades analgésicas y particularmente el THC es un poderoso psicoactivo.
Desde las orillas del Mar Caspio y las regiones orientales de Irán, donde con mucha probabilidad habría tenido su origen la costumbre de utilizarlo como un medio de sumergirse en la “embriaguez sagrada”, se extendió desde muy antiguo a otras regiones. Los antiguos iranios lo denominaron bangha, término que llegó a alcanzar una gran difusión por el Asia Central -apareciendo también en sánscrito como una planta santa extraída del Océano por Siva y utilizada como atributo favorable para la meditación religiosa-, y significando tanto la planta en si como el preparado embriagante que de ella se extrae. Su néctar era, según la mitología hindú, la bebida favorita de Indra y como tal fue cantada en los vedas como uno de los néctares divinos, que otorgaba al hombre todo tipo de dones, desde salud y larga vida, hasta visiones de los dioses.
El cáñamo y sus propiedades eran bien conocidos en Mesopotamia, donde los asirios lo denominaban quunabu, siendo mencionado en los textos de carácter médico y en la literatura religiosa. Según R.C. Thompson (1949: 220) era llamado a-zal-la en lengua sumeria y azulla en acadio. Este autor también identifica la droga sumeria gan-zi-gun-na como un derivado del cannabis, habida cuenta de su parecido con el hindú ganja y de que la palabra asiria gurgurangu parece también una referencia al cannabis dada su similitud con garganinj, el término persa para cannabis.
Los antiguos egipcios lo conocían al menos desde la segunda mitad del segundo milenio a. C., aunque la palabra, smsmt, aparece ya, anteriormente, en los Textos de las Pirámides (Maniche, 1999: 82) si bien no todos están de acuerdo en identificarla con cannabis. Aparece en los textos de la farmacopea asiria y en tablillas de la misma procedencia formando parte de ungüentos destinados a atraer la piedad y la protección de los dioses (Labat, 1950). Sus efectos como inductor de trances extáticos eran utilizados por pueblos como los escitas y los tracios, y es muy probable, como interpreta M. Eliade, que el poder extático del cáñamo haya sido conocido por los getas. Así, los kapnobátai que menciona Estrabón (VII, 3, 3), geógrafo griego de la época de Augusto, literalmente “los que caminan por el humo”, serían, muy verosímilmente danzarines y hechiceros que utilizaban el humo del cáñamo para inducir sus trances extáticos. Quizá, aunque la identificación resulte aquí algo más problemática, se trate de cáñamo también la planta cuyo humo era inhalado, según nos narra Herodoto (I, 202, 2), en las ceremonias colectivas de los massagetas:
“También se afirma que (los masagetas) han descubierto ciertos árboles que producen unos frutos con las siguientes características: cuando se reunen en grupos en un lugar determinado, encienden fuego y, luego, sentados en círculo a su alrededor, los arrojan a las llamas, y mientras el fruto arrojado se va consumiendo, se embriagan al aspirar su aroma como los griegos con el vino; cuanta más fruta arrojan más se embriagan, hasta que acaban por levantarse a bailar y por ponerse a cantar” (TRAD. C. Schrader).
¿Se trataba de cáñamo o de la planta conocida como “ruda siria”, cuyas semillas arrojadas al fuego producen efectos similares?. Por cierto que el historiador de Halicarnaso nos ha preservado también una interesante noticia (IV, 73, 2 ss.) sobre el uso del cáñamo en los rituales funerarios de los escitas:
"Después de haberles dado sepultura, los escitas se purifican de la siguiente manera: se frotan la cabeza con un ungüento del que luego se limpian mediante abluciones, y con el cuerpo hacen lo que sigue: levantan tres palos inclinados, unos hacia otros, extienden a su alrededor unos toldos de lana y, después de ajustarlos lo más herméticamente posible entre sí, arrojan a una pila, situada en medio de los palos, piedras enrojecidas al fuego. Y por cierto que en su país crece cáñamo, que es una planta muy similar al lino, salvo por su grosor y altura, pues en este aspecto el cáñamo es muy superior. Esta planta crece tanto en estado silvestre como cultivada y, con ella, los tracios se hacen unos vestidos muy semejantes a los de lino. Quien no sea un experto conocedor de dicha planta, no podría determinar si la prenda es de lino o de cáñamo: así mismo, quien no haya visto nunca el tejido de cáñamo, creerá que el vestido es de lino.
Pues bien, los escitas toman las semillas del susodicho cáñamo, se deslizan bajo los toldos de lana y, acto seguido, arrojan la semilla sobre las piedras candentes. A medida que las van arrojando, la semilla exhala un perfume y produce tanto vapor que ningún brasero griego podría superar semejante cantidad de humo. Entonces los escitas, encantados con el baño de vapor, prorrumpen en gritos de alegría.” (TRAD. C. Schrader).
Con todo hay pocas referencias en el mundo griego y romano al cannabis. Sus efectos medicinales son señalados por Dioscórides (De Mat. med., III, 165) y Galeno (De Facultatibus Alimentorum, 100, 49), pero está ausente, en cambio, en la obra de Teofrasto.
http://pocimae.blogspot.com.ar/2007/10/el-cannabis-en-los-textos-antiguos.html