Cualquiera de nosotros a menudo escucha a muchas personas e incluso nosotros mismos, criticar fácilmente sobre cualquier tema, mostrando también un alto grado de exigencia hacia los demás y muchas veces poca tolerancia, pero quienes ejercen esas críticas, en su mayoría jamás han experimentado en su vida lo que exigen y critican.
Hoy en día se juzga mucho y en muchos casos sin una argumentación lógica, por eso es necesario que cuando tengamos una opinión sobre algo, es bueno que tengamos argumentos o bien haberlo experimentado, porque criticar no está mal pero es bueno si con nuestra opinión vamos a construir.
Tenemos dos tipos de crítica la constructiva y destructiva, la primera es cuando ante un determinado tema, aportamos lo que sabemos desde el conocimiento o la experiencia, con lo cual la persona que la reciba evaluará si la tiene en cuenta o no, pero se hace desde una perspectiva de mejorar esa idea y en caso de que no sea aceptada, se apoya a la otra persona y no se espera que le vaya mal por desechar nuestra crítica, opinión o consejo.
Luego está la crítica destructiva, esta es la que hace daño, porque busca paralizar al otro o desmerecer su acción, habitualmente quienes la hacen son aquellos que no aportan ni hacen nada, critican fácilmente, no han experimentado lo que dicen, exigen mucho y la mayoría de las veces habla su saboteador desde sus creencias limitantes. Con lo cual no aportan nada, todo lo contrario, afectan a las otras personas que hacen algo o quieren cambiar alguna situación.
Cualquiera de nosotros escuchamos como se critica a un deportista, empresario, periodista, etc.., a los cuales se les exige una cierta conducta y valores, además de cómo tiene que actuar, pero estas personas suelen no aplicar ningún valor de los exigidos a su vida cotidiana y es aquí donde quiero profundizar.
Cuando nos situamos en la perspectiva de exigir y criticar a los demás, es fundamental primero hacerlo con uno mismo, porque no podemos exigir al resto ciertos valores que nosotros no experimentamos en nuestra vida!!!. Como tampoco criticar o dar consejos cuando no se experimenta nada de lo que se dice.
Es muy importante que primero te critiques a ti mismo y te exijas de dar lo mejor de ti en todo lo que hagas. Que te preocupes por honrar tus valores en cada acción que realices, busques aprender y mejorar, que dejes de mirar a los demás para destacar sus defectos, mejor obsérvales en que destacan o que virtudes tienen, para aplicarlas en tu vida y lograr que esta sea mejor.
Muchas veces es muy tentador caer en la crítica fácil sobre lo demás, pero debemos ser fuertes y no ser atrapados por esta emoción, porque si no has experimentado nada de lo que vas a criticar, tu opinión no tendrá nada de fundamento y aporte, además si tu no tienes una alto grado de exigencia no puedes pedírsela a los demás.
También es importante estar atento a nuestro nivel de exigencia, porque muchas veces si no se controla este aspecto puede volverse en algo muy negativo para uno mismo , porque podemos caer en las garras de la intolerancia, ansiedad, nervios y frustración.
Finalmente decirte que me parece muy bien dar opiniones sobre diferentes temas, pero lo importante es saber ubicarse en la perspectiva adecuada. Cuando sabes de algo o lo has experimentado, habla desde el conocimiento y la experiencia, de ese modo estarás haciendo una crítica constructiva, pero si no sabes del tema, ubícate desde una perspectiva de curiosidad, preguntando, dando ideas para aportar y al mismo tiempo te servirá para aprender.
Por todo esto creo que la crítica y la exigencia comienzan por uno mismo.
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