En muchas ocasiones, la vida nos presenta situaciones en las que es necesario tener posturas claras, a la vez que nos exige la situación de mantenerlas, puesto que, si hemos tenido algún aprendizaje a lo largo de nuestra existencia, es importante actuar con todo ese bagaje de vivencias y experiencias, que nos permiten ser coherentes y cónsonos con lo que nos ha nutrido el alma.
Es común encontrarnos con personas que no tienen posiciones existenciales claramente establecidas, o que, si las tienen, se dejan bambolear por situaciones o personas que llegan a su vida, moviendo esquemas sin mayor esfuerzo. Por supuesto que es necesario estar abiertos a nuevas vivencias y experiencias de los otros, a lo que me refiero es a que esas vivencias de los demás no deberían, sin ningún proceso de ingestión y digestión adecuados, entrar en nuestras vidas y cambiar las decisiones y acuerdos personales que habíamos tomado con antelación; pues denotan, o bien un desconocimiento real de lo que deseamos, o bien una falta de madurez ante esas decisiones previamente tomadas.
Ser adulto, en todo el sentido de la palabra, tiene que ver con asumir posturas y sus consecuencias, con tener claridad sobre lo que se desea transitar en la vida, y mantener una actitud coherente con esas posturas. Esas posturas deberían tener que ver con las experiencias y el conocimiento que se ha ido adquiriendo a lo largo de nuestro transitar en la vida que nos ha tocado vivir. Lo otro tiene que ver con ser adolescente, es decir, con tener carencia de criterio para asumir una posición clara en relación con las cosas que presenta la vida, y permitir que otros entren en nuestra vida y modifiquen, sin mayor esfuerzo, los criterios personales que tenemos en relación a las cosas de la vida. Y el tema de ser adulto o adolescente no tiene nada que ver con la edad, puesto que hay muchos jóvenes capaces de asumir posturas adultas, y muchas personas maduras de edad cuyas posturas son realmente adolescentes.
Por otra parte, el hecho de tomar postura ante las situaciones que nos toca vivir no quiere decir que seamos inflexibles y rígidos, manteniendo conceptos que pudieran parecer más bien anticuados o irreflexivos. Tomar postura exige la existencia de criterios propios claros y precisos, pero también requiere estar lo suficientemente abiertos para saber cuando estas posiciones conceptuales requieren ser renovadas, redefinidas o incluso cambiadas por otras más adecuadas con nuestro proceso actual.
A mi parecer, lo que debe estar claro en nosotros, es que esta formación de conceptos ante situaciones requiere reflexiones profundas e íntimas, independientemente de que alguien haya llegado a nosotros con propuestas de cambiar visiones propias, a fin de que no sean las vivencias del otro, sino nuestro propio criterio personal el que tome decisiones en relación a esas situaciones externas.
Por supuesto, habrá situaciones para las cuales habremos desarrollado esa madurez de criterio, y otras en las cuales no tenemos suficientes vivencias adquiridas para asumirlas con rapidez, razón por la cual debemos tomarnos un tiempo prudencial para fijar posición. Irnos de bruces equivale a asumir una conducta adolescente e irresponsable ante aquello que requiere una meditación seria y profunda.
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