En nuestra vida cotidiana, tener responsabilidades que debemos atender oportunamente, es un hecho frecuente con el que debemos lidiar, y además denota una adecuada conexión con nuestra vida adulta; pues una vida sin una apropiada toma de responsabilidad puesta en el trabajo, el hogar, la familia, entre otras, no parece tener una vinculación sana con el mundo.
Sin embargo, muchas veces sentimos que tenemos demasiada responsabilidad encima, que no podemos con todo lo que la vida nos está arrojando para atender, que ya es demasiado todo lo que estamos haciendo. Aún cuando este sentir puede ser completamente cierto y válido, es importante tomar conciencia de la forma en cómo aparecieron este conjunto de responsabilidades en nuestra vida: (1) ¿Se trata de cosas que debemos atender en una etapa particular de nuestra vida, en la que debido a circunstancias que escapan de nosotros aparecieron todas simultáneamente? (2) ¿Tiene que ver con que nos comenzamos a cargar de trabajo porque no tenemos capacidad para decir que no? (3) ¿Quizás más bien nos sentimos responsables de la vida de los demás, y creemos que si no lo resolvemos nosotros nadie más lo hará? (4) ¿probablemente nos sentimos héroes, y tenemos la fantasía de que sólo nosotros lo podemos resolver de la manera más apropiada?... Incluso pudiéramos sentirnos reflejados en dos o más de estas interrogantes.
Una respuesta sincera a estas preguntas nos dará una guía importante sobre nuestra carga de actividades, y nos ayudará a ver qué podemos hacer. En relación a la primera pregunta, puede ser que estamos pasando por una circunstancia particular en nuestra vida, y no depende de nosotros esa carga de trabajo o de actividades que necesitamos atender. Sin embargo, esta carga de trabajo ¿realmente apareció de repente, o comenzamos a posponer actividades en el pasado que ahora se juntaron y simplemente no tenemos otra alternativa ahora que atenderlas? Si es una circunstancia fortuita, no queda otra que atender este momento de la vida con la visión de que al terminar esas actividades bajará la presión y podremos descansar; pero si nos damos cuenta que hemos pospuesto actividades, aún cuando quizás no queda otra cosa que enfrentarlas ahora, es importante reflexionar sobre este hábito de posponer cosas, pues casi siempre traen consigo una carga futura que se convierte en ansiedad, angustia, estrés, entre otros.
En la segunda pregunta, lo que planteo tiene que ver con una necesidad interna de resolver las cosas de los demás como una manera de buscar su aprobación, su cariño y su compañía; pues tenemos la fantasía inconsciente de que no somos lo suficientemente merecedores del cariño de otros simplemente por lo que somos, razón por la cual necesitamos hacer cosas para ganar ese cariño. En este caso, necesitamos revisar nuestros acuerdos propios y nuestro código de estima personal, para tomar conciencia de nuestra propia valía como individuos.
La tercera pregunta sugiere una necesidad de control de la vida de otros, pues sentimos que al mantener bajo nuestro dominio y nuestro ojo avisor lo que hacen nuestros seres más cercanos, estamos logrando que no se escapen, que no se “descarrilen” y se vayan lejos de nuestro “abrazo protector”. Sin embargo, esta conducta sugiere una rigidez y una necesidad de control exacerbada, así como un miedo inconsciente a entregarnos a relaciones horizontales, de “tú a tú”, probablemente para evitar ser sometidos por los demás.
El cuarto planteamiento que hago tiene que ver con un “complejo de héroe”, una actitud de superioridad que nos hace creer que sólo nosotros somos capaces de resolver lo que la vida presenta, con lo cual es importante reflexionar un par de cosas: nuestro ego y prepotencia ante los demás, y nuestra actitud para minimizar y menospreciar a los otros. Aún cuando nos sentimos héroes a partir de esta actitud, probablemente somos más bien villanos en nuestro trato inconsciente hacia nuestros seres queridos.
Al final, las respuestas que podamos elaborar a estas preguntas nos darán una guía de las razones por las cuales nos sentimos cargados de actividades, de responsabilidades, de tareas; y a partir de esa toma de conciencia quizás podamos soltar un cúmulo de cosas que no tenemos por qué hacer, para llevar una vida más humana y menos autómata ante tantas situaciones; permitiéndonos un mayor contacto con nosotros mismos y no tanto con el mundo exterior, que a veces nos distrae y nos enajena. Este es, por cierto, el fin último de tantas distracciones externas: una desconexión con nuestro mundo interior, para ocultar cosas que no deseamos mirar allí.
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