AUTOR: Msc. Rafael Bestard Bizet
El sufrimiento hace su aparición cuando violamos los dos principios básicos de la vida. ¿Y cuáles son estos dos principios?
El primer principio es el principio de la impermanencia. La palabra impermanencia significa que no permanece, que no es constante, que no es continuo. Este principio nos dice que todo lo que existe en el universo y se mueve es impermanente, es decir no es constante, es cambiante y tiene un comienzo y un final. Se podrían citar muchos ejemplos de impermanencia: nuestra respiración, que nos parece continua, se basa en dos ritmos: tomar el aire y soltarlo. Cada uno de estos ritmos tiene un comienzo y un final. Y entre un ritmo y otro; entre tomar el aire y soltarlo hay un espacio, un silencio. Otro ejemplo de impermanencia es nuestro propio cuerpo: cuando era niño yo tuve un cuerpo de niño, cuando era joven tuve un cuerpo de joven. Estos cuerpos cambiaron. Tuvieron un comienzo y un final. Por lo tanto la impermanencia, el cambio constante es la característica fundamental de todos los procesos de la vida.
Tomemos otro ejemplo: La mente humana. Ella tiene de 50 000 a 60 000 pensamientos diarios. Cada pensamiento tiene un comienzo y un final. Y entre pensamiento y pensamiento hay espacios, hay silencios. Si meditamos nos damos cuenta que nuestra mente, la cual nos parece que no puede dejar de pensar, es un ejemplo más de impermanencia.
Solamente imagine qué pasaría si en vez de estar continuamente enfocados en los pensamientos, se pudiera estar en los espacios, en los silencios que hay entre los pensamientos. Se obtendría la paz y la quietud interior que tanto anhelamos.
¿Es posible quedarse en los espacios que hay entre los pensamientos? Sí.
¿Y por cuánto tiempo? Puede ocurrir en segundos, minutos, horas, días o alcanzar la llamada “iluminación” o “despertar”, donde has llegado a casa y ya los pensamientos no te perturban en absoluto.
¿Dónde aparece el sufrimiento? Sufrir, nos dice el segundo principio de la vida, consiste en apegarnos, en aferrarnos a las cosas que son impermanentes. Por ejemplo: si yo me aferro a que la ropa que llevo puesta tiene que durarme siempre, al final eso conllevará al sufrimiento. Y lo mismo nos ocurrirá si nos aferramos a los objetos materiales: sean: equipos electrodomésticos, bienes, trabajo o nuestro propio cuerpo. A ese tampoco nos podemos aferrar porque irremediablemente enfermará, envejecerá y morirá.
Pero debes tener presente que al igual que nos aferramos a las cosas materiales, nos podemos, y de hecho, constantemente nos estamos aferrando también a las ideas y a las emociones. Por ejemplo: supongamos que ayer tuve una discusión con una persona. En esa discusión me enojé, me molesté. La situación ya pasó, pero si constantemente estoy trayendo a mi mente la situación que dio lugar a mi molestia, y la sigo rumiando y dándole vueltas, seguiré enojado y seguiré molesto, pues me estoy aferrando a aquello que ya pasó.
Ten la seguridad que si en estos momentos estás sufriendo es por algo que ocurrió o que puede ocurrir, por algún pensamiento que pertenece al pasado o al futuro y que lo tienes clavado en la mente, sujetándolo, dándole vueltas y remachándolo.
Te has preguntado por qué los niños son tan felices. Observa que ellos no se aferran a las cosas que ya pasaron o que pueden pasar. Ellos, si se enojan o si se alegran, son por las cosas que le ocurren en este momento.
Te brindaré un ejercicio que te ayudará a no aferrarte, a despegarte de las cosas mentales y por lo tanto te permitirá estar en un estado de menos sufrimiento.
Para realizarlo toma una pausa y comienza a observar que, sin importar el pensamiento que tienes ahora en la mente, antes de que venga el siguiente, hay un período de silencio, hay un espacio donde no hay ningún pensamiento. Quédate en ese espacio, en ese silencio. Si llegara otro pensamiento, no te preocupes, acompáñalo y antes de que venga el próximo vuelve a quedarte en el espacio que hay entre esos pensamientos. La esencia de este ejercicio consiste en no preocuparte por lo que estás pensando, solo ocúpate de buscar los espacios que hay entre los pensamientos y quédate allí, en ese silencio, en esa oscuridad insondable, en esa paz y ese sublime vacío existencial.
Con la práctica de este ejercicio notarás que vas adquiriendo más calma, más concordia y podrás darte cuenta de la impermanencia de las cosas y de la vida. Verás lo inútil que resulta correr tras las cosas que son impermanentes y que cambian, pues en ellas nunca encontrarás la felicidad y la quietud.
Que la pases bien y que la paz sea contigo.