¿Crees que no has recibido lo que mereces?, ¿sientes un gran vacío emocional?, ¿percibes que las luchas no cesan y que las necesidades son perennes? ¿Alguna vez has pensado que quieres una cantidad inimaginable de cosas en tu vida, que deseas ser algo, tener algo, ir a algún lugar, pero te frustras al no saber cómo conseguir todo eso?
Si buscas la palabra ambición en el diccionario, podrás hallar sinónimos como: avaricia, codicia, envidia y hasta egoísmo. No en vano esta palabra es mayormente escuchada en un contexto negativo. Si haces una encuesta, te apostaría que las respuestas negativas ganarían por mucho a la opción positiva.
Pero cuando buscas en el mismo diccionario las acepciones positivas de esa palabra, encontrarás sinónimos como: deseo, aspiración, empeño, sueño, pasión y hasta meta. Y la lista se prolonga tanto que curiosamente hasta en los antónimos aparece la palabra desesperanza. Entonces, ¿por qué existe esa sensación negativa tan generalizada? ¿Por qué es tan mal vista la señora ambición?
Buscando una explicación, nos encontramos con el retoño descarriado de esta señora ambición, su famosa hija: la desmedida. La ambición desmedida ha hecho tanto daño en su historia, que la gente ha olvidado la esencia de su progenitora. Ya nadie recuerda a la original, la gran mayoría le atribuye la condición de desmedida a toda ambición.
Ambicionar a tu medida es como hacerte un traje con un sastre. No es lo mismo que te calce perfecto y te veas fabuloso en él, a que por capricho de la autoestima quieras entrar en una talla 40 cuando realmente eres 48.
Incluso, aún si logras con mucho esfuerzo hacerlo pasar de mangas, es probable que te veas muy, pero muy mal, y esto no es culpa del sastre, ni del traje, ni de tu talla, sino que no supiste adecuarlo a tu realidad.
La ambición es sumamente positiva, algo que nos mueve hacia adelante en busca de nuestro propósito. Es la consecuencia de un síntoma llamado deseos de superación. Es una energía que nos invita a pensar que estamos preparados para mucho más, que podemos alcanzar casi cualquier cosa.
Pero hay que tener cuidado de no lastimarnos en el camino, porque podríamos errar al planificar actividades que sobreestiman exageradamente nuestras competencias. Debemos evitar la sensación de incapacidad que trae consigo esa frustración, ya que seguramente esa actividad sobreestimada la podrás alcanzar después de prácticas, experiencia y/o formación. Es decir, en una diferente realidad.
No se trata de bloquear los sueños y anhelos. Ni significa que bajemos progresivamente las expectativas para las próximas metas. Un propósito inalcanzado no tiene por qué influir en el proyecto siguiente. La expectativa del nuevo sueño puede ser mayor o menor que en el anterior, ya que solo depende del nuevo objetivo en particular.
Tú eres el sastre de tu propio traje
Recuerda, tus metas deben ser razonables y realistas. Esto no quiere decir que sean fáciles, sino coherentes y realizables. Mide tu capacidad de llegar hasta tu objetivo, ya que todos tenemos limitaciones y lo importante es conocerlas para no equivocar la talla de tus metas y que estas se ajusten perfectas a tu crecimiento continuo.
“En contacto con la realidad nos encontramos las metas a perseguir”
O. Chambers
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