Hoy día está de moda hablar de “los ángeles”. Se habla de ellos en libros, películas, artículos y revistas. La imaginación de algunas personas ha hecho que se les presente como dioses; otros dicen que son como una energía espiritual, e incluso, hay quienes los presentan como si fueran seres humanos que se han re-encarnado.
Esta forma de pensar obedece a la fantasía de los seguidores de la “nueva era”, que tratan de introducir ideas que van contra la fe y las prácticas del cristianismo. Es importante saber lo que nos dicen las Sagradas Escrituras, para no dejarse sorprender, de los que tratan de hacer negocio con sus disparatadas ideologías, o vendiendo ángeles de piedra de cuarzo, con supuestos poderes curativos y energéticos.
Los ángeles existen, no podemos negar su existencia. Es doctrina de fe católica y tienen su fundamento en las Sagradas Escrituras, en la que se les llama “espíritus”. El libro de la Sabiduría nos habla de un “espíritu irresistible, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, apacible, que lo puede todo y que vela por todo, impregna a todos los otros espíritus por inteligentes, puros y sutiles que sean” (Sb.7,23).
El Apocalipsis 12, 7-11 los describe con un lenguaje poético y lleno de imágenes. Es un lenguaje simbólico que nos transmite la convicción de que Dios, a través de estos ángeles, nos ayuda a luchar contra el mal en este mundo.
El número de ángeles es inmenso, sólo se especifica el nombre de algunos de ellos por la misión que han desempeñado: Miguel, que significa “¿quién como Dios?”, es el príncipe que lucha contra el demonio y defiende al pueblo de Dios; Gabriel, “fortaleza de Dios”, es una figura vinculada al Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (Lc 1,19.26), y Rafael, “medicina de Dios”, es el que guió al joven Tobías en su viaje y el que luego curó a su padre de la ceguera (Tob.11,11-14).
Al recordar a los arcángeles, agradecemos a Dios la cercanía que nos muestra a través de estos seres misteriosos que nos animan a imitar sus actitudes: Alabar y servir a Dios, ayudar a las personas que más lo necesitan, ser propagadores de buenas noticias y a sanar las heridas y las cegueras de cuantos nos rodean.
Dios ha asignado a cada ser humano un ángel para su protección desde su infancia hasta la muerte. Nos dice el libro del éxodo: Así habla el Señor: “Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él. Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. Entonces mi ángel irá delante de ti”. (Ex.23, 20-23).
Los ángeles como espíritus puros, invisibles e inmortales, protegen al mundo y a cada uno de los hijos de Dios. El gran escritor San Agustín hablando sobre los ángeles nos dice: “El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel”.
Óscar Rodríguez Blanco, s.d.b. - Sacerdote salesiano.