En ocasiones te privas de vivir pequeños o grandes triunfos porque te saboteas a ti mismo. No son los demás. Las circunstancias tampoco son lo más importante. Eres tú quien te da las razones para abandonar.
Tiras la toalla por cansancio, por incomodidad, por miedo, por haber cometido algún error, por no avanzar al ritmo deseado, por pereza a la hora de buscar alternativas… o por otras sensaciones con las que estás harto de lidiar.
Entonces, das por acabada la aventura con la frase: No puedo.
Escenificándolo como en los dibujos animados, hay un pequeño demonio con cuernecillos susurrándote desde el hombro, hasta que te convence:
Déjalo. No lo vas a lograr.
Déjalo. No estás preparado.
Déjalo. Es imposible.
Y, al final, gana el “déjalo“… ¡Maldita vocecilla! Si al menos hubiera añadido un adverbio esperanzador al final de cada frase, otro gallo habría cantado.
Es demasiado difícil, por ahora.
No lo has conseguido, aún.
El panorama pinta difícil, hoy.
¿Para qué están si no los descriptivos y maravillosos adverbios temporales? Si, en lugar del “déjalo“, le hubieses prestado más atención a los adverbios que indican que es una situación temporal, quizás no te habrías rendido.
A mí me ha pasado esto muchas veces, aunque espero que la experiencia me ayude en lo sucesivo a no precipitarme haciéndole caso al “déjalo“.
Porque sí, yo he dejado muchas cosas precipitadamente. Dejé de dejar de fumar (valga la redundancia), dejé de buscar oportunidades de trabajo que podrían haber resultado y dejé más cosas porque lo pensé demasiado. Demasiado mal, habría que añadir.
Si me hubiera agarrado a alguna expresión para ayudarme a encuadrar mi frustración e impotencia en un momento determinado, quizás hubiera sido diferente.
No puedo hacerlo… en este momento.
Pero también he aprendido que los lamentos no resuelven nada. Para la próxima vez, voy a usar este encuadre que te digo.
Además, está preparado el plan B: No pensar. Esto es sacudirte al pequeño demonio del hombro. A ése que te dice: “déjalo, déjalo…” mientras te da razones que lo justifiquen.
Más actuar y menos pensar
Una vez tomada la decisión y puestos en marcha, ¡adelante con ella! ¡Sin pensar de más!
Pararnos a pensar, prestando atención a la desgraciada vocecilla, es lo peor que podemos hacer. Ahí es cuando le damos alas al miedo y a todas esas inconveniencias que nos han detenido otras veces.
Ser inflexible y cabezota en ciertos contextos es un gran error, pero aquí es un acierto. Y tanto que lo es, si hasta tiene otro nombre: perseverancia.
Perseverancia, acompañada de fe. A esto le puedes poner el nombre que más te guste o que más encaje contigo: esperanza, convicción, confianza…
Dos armas: fe y perseverancia. Contra éstas no puede ningún “déjalo“, pues no lo admiten.
No habrá más autosabotaje. Esta vez lo vamos a lograr. ¿A que sí
http://tusbuenosmomentos.com/2012/10/esta-vez-lo-consigo/