Napoleón decía que “una retirada a tiempo es una victoria”. De acuerdo. Seguro que es cierto en algunas circunstancias. Sin embargo, ¿qué pasa cuando no estamos seguros de cuál es el momento propicio para retirarse?
Ante la duda, hay que seguir luchando hasta el final o hasta que encontremos la respuesta a la pregunta anterior.
¿Por qué soy tan tajante en esa afirmación? ¿Hay algo que lo avale? Desafortunadamente, sí lo hay: mi propia experiencia. También está la experiencia de personas cercanas, que en ocasiones me ha dolido tanto como la propia.
En mi caso, a causa del miedo, me he retirado prematuramente de retos que consideraba fuera de mi alcance. Sí, me libré en ocasiones de la presión de la batalla, pero una vez fuera de ella, la sensación de opresión en el pecho por no haber optado por seguir adelante no era mejor que la presión de la lucha constante.
Hay lecciones por las que podemos llegar a pagar un alto precio y no hablo de dinero, que también nos puede condicionar bastante. De lo que hoy hablamos es de la actitud personal, al margen de otros factores.
Cuando algo ajeno a nuestro control nos impide seguir luchando, la retirada no es reprochable. Pienso que no debemos sentirnos mal por ello. ¿Qué sentido tiene? Ninguno. Tampoco lo tiene que busquemos excusas que nos sirvan para justificar la retirada.
Podemos engañar a los demás, pero no a nosotros mismos. No sé qué pensarás tú, pero yo me siento mejor si soy honesta conmigo misma y no me preocupo tanto de lo que piensen los demás.
Por eso, a no ser que tengas muy claro cuándo, porqué y cómo retirarte, sigue luchando.
Sigue, aunque la victoria te parezca imposible. Hazlo por ti. Recompensa más terminar la lucha con algunas heridas, que salir ileso sin darse la oportunidad de llegar al final. Es mucho lo que se crece, mucho lo que se aprende…
http://tusbuenosmomentos.com/2010/06/luchar-hasta-el-final/