Corría el año de 1932 y un matrimonio francés conformado por el Dr. Louis y su esposa Delphine Lalaurie compraron la mansión “El French Quater” ubicado en la calle Royal 1100. Ellos empezaron a hacerse conocidos por sus fiestas sociales y eran respetados por la gran riqueza que poseían. Madame Lalaurie llego a ser conocida como la mujer francesa más influyente de la ciudad. Los invitados a sus enormes fiestas tenían el honor de conocer la lujosa mansión de tres pisos y eran complacidos en todo, pero a pesar de la belleza de esta mujer, su poder y lo lujoso de su mansión, las apariencias engañaron a más de uno.
Detrás de este supuesto matrimonio ejemplar y admirado por las personas del lugar, se escondía un secreto de sadismo, crueldad y sangre fría. Por aquella época, debido a los inmigrantes que llegaban a América sedientos de dinero, el número de esclavos negros que debían servir a los nuevos ricos de este país iban en aumento.
Los esclavos de la Mansión de Lalaurie eran sometidos a los más crueles tratos, insultos, palizas y sus gritos atormentaban a todo el vecindario, se dice que incluso tenían a la cocinera amarrada a la chimenea para evitar que huyera.
Muchos de los esclavos desaparecían sin dejar rastro y eran rápidamente remplazados por nuevos esclavos. Hasta que un día un vecino iba subiendo las escaleras de la casa, escucho un grito y vio a Madame Lalaurie corriendo tras una niña con un látigo. Siguió a la niña a la azotea y allí vio como esta saltó al vacio. Posteriormente, vio como la niña era enterrada en el jardín. Los vecinos denunciaron el hecho y Madame Lalaurie se vio obligada a vender a todos sus esclavos, pero con gran astucia ingenió que estos fueran comprados por un pariente y que este se los devolviera en secreto.
Un día un terrible incendio se propago por la mansión. Según cuentan fue la propia cocinera la que inició el fuego harta de los maltratos y abusos a los que eran sometidos con la intención de acabar con el bien más preciado de la familia, su mansión. Las llamas se extendieron vorazmente por toda la casa, en su afán por extinguir el incendio los bomberos subieron hasta al ático, allí abrieron una puerta a la fatalidad, la imagen les acompañaría durante el resto de sus vidas y es que allí había decenas de personas hacinadas cómo bestias, muchos de ellos muertos, otros con miembros amputados y otros metidos en minúsculas jaulas por cuyos barrotes asomaban las extremidades conformando posturas imposibles, amarrados a la pared en condiciones bastante lamentables.
Unos fueron encontrados atados a mesas operatorias con las intervenciones quirúrgicas más macabras que se puedan imaginar. Bocas cosidas, entrañas al aire apestadas de insectos, manos sin uñas y rostros sin ojos, cuerpos descarnados, otros presentaban amputaciones por diferentes partes del cuerpo, practicaron operaciones de cambio se sexo algo impensable en aquella época y cualquier tipo de operación extraña que se les ocurría Había restos humanos en descomposición por todas partes, cabezas, órganos metidos en jarras. Experimentos atroces con esclavos como cobayas, un cuarto del horror impregnado de sangre en el que se llevaban a cabo las ideas más crueles que jamás ideara el ser humano. Cuando llegaron los bomberos aún había personas vivas. Éstos se negaron a entrar, incapaces de hacer frente a algo así.
Fueron los médicos de un hospital cercano los que se acercaron a sacar a las pocas personas que aún seguían con vida. Mientras los cuerpos de esos pobres hombres y mujeres eran sacados de ese cuarto del horror, un carruaje abandonaba apresuradamente la mansión y nada más se supo de los Lalaurie. Se descubrió posteriormente que en el jardín existían los cuerpos de más de 75 personas enterradas.
Madame Lalaurie y su familia huyeron, unos dicen que a Francia y otros que se fueron a vivir al bosque cerca de un lago. No existen archivos en los que se constate que fueran castigados por los crímenes. La casa quedó marcada, desbalijada y ruinosa durante años fue lugar de recogida para vagabundos e indigentes, muchos de los cuales entraban pero no salían.
En 1937 la casa fue adquirida por un acaudalado ciudadano, sólo duró 3 meses. Cuentan que sombras aún esclavas del horror se le aparecieron y le atormentaron hasta hacerle huir cómo alma que lleva el diablo. La ciudad pensó enseguida en espíritus enfurecidos por el padecimiento que allí sufrieron. Un dolor que nunca quiso abandonar aquel lugar e hizo la casa un lugar inhabitable. Varios fueron los que más tarde intentaron habitar allí, se instaló un consistorio de música pero decían que el director que vivía allí estaba continuamente atormentado por los alaridos de dolor, el ruido de cadenas y alguna que otra aparición cómo la de un esclavo negro con la cabeza sobre una mano, era tanta la influencia que la mansión tenía sobre él que incluso llegaba a maltratar a sus alumnas con palizas y abusos. Efectivamente el consistorio tampoco duró mucho tiempo.
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