Nuestros Demonios Internos

Constantemente debemos entablar una lucha con nuestros demonios internos. Podemos tener las herramientas más finas y maduras para enfrentar cualquier problemática o dificultad, podemos estar claros en lo que somos capaces de hacer, hasta donde podemos llegar, en nuestras aptitudes y potencialidades, sentirnos orgullosos de lo que somos, amar nuestras vidas y todo lo que nos rodea. Pero allí estarán siempre nuestros miedos, nuestros momentos de dudas, aquel sentimiento de soledad que puede llegar a carcomer lo más esencial de nuestro ser. Lo peor que podemos hacer es ignorar a nuestros demonios internos, el pasarles de largo y hacerse los locos asumiendo que no existen. Ellos entonces nos atacaran de improviso y nos dejaran desarmados a la deriva de la más fría de las depresiones. Para poder luchar con un enemigo, lo mejor es conocerlo y enfrentarlo, incluso debemos tomarnos el tiempo para admitir la visita de esos miedos brevemente en nuestros corazones. De tanto evadir podemos crear un pesar más profundo. Debemos respetarnos. Si llega el momento de llorar, hay que llorar, si algún vestigio de pesar toca nuestra puerta hagámosla pasar y conversemos con ella. No la ignoremos.

La rutina de nuestras vidas nos hace olvidar nuestros problemas pero siempre hay un momento en que nos atacan nuestros fantasmas más oscuros. Debemos tener la fuerza para reconocerlos y hacerles saber quien tiene el control. Una de las principales claves del éxito con la que debemos contar para mirar permanentemente adelante hacia el horizonte es el poder tener el control de nuestras emociones, el lidiar con lo bueno y lo menos agradable que pueda pasar por nuestras vidas. No todo es color de rosas, algunos días grises deberemos transitar, pero sin duda alguna, podemos llenarlos de los colores más hermosos con el empeño de sacarle lo mejor de lo mejor a esta única oportunidad que nos ha regalado Dios.

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