El Complejo Ejercicio de Perdonar

Al emprender un largo viaje tratamos de llevar encima la menor cantidad de equipaje posible o en el mejor de los casos lo que realmente necesitaremos en nuestro transitar. ¿Se imaginan cargar a cuestas algo tan pesado como una nevera o una lavadora mientras caminamos por un camino truncado y empinado? Sería una locura. Siempre tratamos de aligerar la carga.

Sin embargo en nuestro viaje más importante, en esa aventura a la que llamamos “VIDA”, vamos acumulando una cantidad impresionante de “chatarra” emocional que poco a poco se va oxidando dentro de nuestras almas e intoxicando nuestros corazones de frustración. Aquellos momentos o experiencias negativas que hemos tenido que enfrentar dejan una profunda y dolorosa huella sumamente complicada de borrar. La acumulación de esta carga de mala energía hace que sembremos en el jardín de nuestros días una fea y mala semilla llamada “rencor”. Sin darnos cuenta esa semilla se irá convirtiendo en una inmensa hiedra venenosa cuyas largas ramas asfixiaran todo aquello que amamos y le darán justificación al accionar de ese morboso fantasma del “odio”.

¿Qué utilidad puede tener el continuar arrastrando recuerdos, sentimientos hirientes y todo aquello que nos impide dibujar una sonrisa en nuestro rostro en cada amanecer? Lo mejor que podemos hacer para contribuir a nuestra propia felicidad es el comenzar a practicar el ejercicio más difícil y complicado de ejecutar: el “perdón”. Pensamos que castigamos a aquel que nos ha hecho daño acrecentando nuestro odio y buscando la manera de producirle el doble del daño que nos hicieron sufrir. Creemos que si traemos constantemente al presente las vivencias del pasado que llegaron a producir una crisis importante en nuestro corazón y los utilizamos como un reproche hiriente, podemos lograr sanar nuestras propias heridas. No nos engañemos, los principales perjudicados seremos siempre nosotros mismos. Seamos coherentes con nuestros sentimientos y permitamos que pase la tormenta y sea más pausada la marea...¡¡¡ el perdón no cambia el pasado...pero SÍ transforma el futuro !!!

El perdón no es tan solo expresar unas cuentas palabras. Es ese salto increíble que nos permite llegar a entender que podemos darle una vuelta a la página al dolor y que nos obliga a permitirnos darnos una nueva oportunidad para vivir. La satisfacción es propia, el beneficio es personal. Debemos tomar nuestras propias decisiones con madurez y entereza. Si decidimos arropar la confianza y tomamos la opción de mantenernos al lado de aquellas personas que sentimos que de alguna manera nos hicieron algún daño, tuvimos que haber tomado conciencia en que el camino que seguiremos de allí en adelante debe ser emprendido con carga ligera, asumiendo que los errores quedaron atrás y lo mejor esta por llegar, libres de parapetos absurdos que nos impida continuar en el sendero adecuado. El perdón libera de ataduras que amargan el alma y enferman el cuerpo, muchos de nuestros intentos de perdonar fracasan pues confundimos esencialmente lo que es perdonar, y nos resistimos ante la posibilidad de empequeñecer los eventos ocurridos u olvidarlos. Tenemos la oportunidad de buscar igualmente otras opciones, esta aventura nos ofrece muchas veredas y el tiempo que corre es más corto que lo que podemos imaginar.

El perdón debe poseer una energía que le da sentido a su presencia: el “amor”, si no lo acompaña nunca podrá trascender. A veces lo que tenemos al frente no lo podemos percibir adecuadamente por la densa neblina del rencor. ¿Cuánto amor bonito se ha sacrificado por no querer ver la grandeza de lo que se ha construido con los sentimientos más edificantes y verdaderos?. Deslastrémonos de todo el peso que no nos permite continuar adelante y démonos la oportunidad de ser felices….PERDONANDO.

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