Los orígenes de la música están llenos de leyendas que relacionan de una forma muy directa a la música con el diablo.
Muchos son los instrumentos relacionados con el diablo, pero tal vez uno de los que más polémicas ha suscitado en la edad antigua sea sin duda la flauta, que se asociaba, por ejemplo, con Mercurio, lo que daba lugar a un simbolismo alquímico. En una obra del siglo IV, uno de los padres de la Iglesia describió este instrumento como el "símbolo de la serpiente", el portavoz del diablo. Se consideraba que los movimientos del instrumentista correspondían a las torsiones del diablo. Continuando con la mitología griega, podríamos citar a otro flautista, el sátiro Marsias, que tras haber desafiado al dios Apolo, que tocaba la lira, y haber perdido la competición musical, fue desollado vivo.
Esta relación entre los instrumentos musicales y el diablo también queda patente en la pintura, podríamos citar como ejemplo las pinturas en las que aparecen los pecados mortales: en ellas podemos observar que los instrumentos musicales están siempre presentes en las representaciones de la concupiscencia, uno de los terrenos favoritos del diablo, desde los manuscritos medievales de la Psychomachia de Prudencio hasta los numerosos y extraordinarios cuadros del Bosco.
Pero el caso más famoso de músico que viajó deliberadamente al mundo de ultratumba es el caso de Orfeo. Su fama de virtuoso incomparable, y el relato de la búsqueda de su esposa Eurídice para rescatarla del reino de los muertos, inspiró a incontables poetas y compositores tales como Gluck y Guillaume de Machaut, máximo poeta y músico de la Francia del siglo XIV, que narra así su aventura:
Orfeo
"[.] Tomó su arpa y la afinó
y marchó al valle del horror
sin detenerse hasta llegar a la puerta
del Infierno: allí dejó oír fuertes
lamentos por el amor perdido.
Allí tocó en su arpa con máxima
dulzura la balada inmortal,
junto a la verja del Infierno [..]"
Pero el músico más célebre, considerado aliado del diablo, cuando no una encarnación del mismo, es por supuesto el violinista del siglo XIX Niccolò Paganini al cual le atribuyen un pacto con Satán para consagrarlo como el mejor de todos los tiempos, hasta tal punto llegó la fama del músico, que la iglesia prohibió que sus restos fuesen enterrados en camposanto. Pero la leyenda de Paganini se basó en la de Tartini, quien compuso en 1713 su famosa sonata para violín "El trino del diablo", supuestamente después de que el Diablo mismo le hubiera dictado la música en sueños. Sin embargo, este temor hacia los músicos de talento excepcional y la fascinación que causan se puede remontar hasta la Edad Media. Un hombre de la iglesia alemana cuenta la historia de cómo cierto clérigo cantaba con tan melodiosa perfección que despertó las sospechas de un santo, quien reconoció la voz de un demonio. Tras realizar un exorcismo, el demonio fue expulsado y sólo quedó un cadáver. Algo parecido sucedió con Jacob Stainer ( pieza clave de la escuela alemana de laudería a principios del XVII), acusado de haber vendido su alma; murió en condiciones infrahumanas y con salud mental poco estable. También podríamos citar la mitificada figura de Giuseppe Guarneri del Gesù (luthier del XVIII cuyo trabajo es tan apreciado como el de Antonio Stradivari por los ejecutantes, coleccionistas y expertos).
En el folklore de muchos países, el diablo está asociado en particular al violín, asociación que ha dado pie a numerosos cuentos y composiciones musicales (pensemos, por ejemplo, en El cuento del soldado de Stravinsky). No obstante, dicen que el diablo y sus demonios son capaces de tocar muchos instrumentos, entre ellos algunos de invención propia, y adoptan múltiples formas, ejemplo de esto citaremos el gran número de instrumentos de cuerda asociados a diversos tipos de animales; animales que en este contexto simbolizan el pecado y la concupiscencia. En especial, la difundida imagen del burro que intenta tocar el arpa.
No podemos dejar de mencionar a compositores mas recientes que han dejado en sus obras plasmada la presencia del diablo como son los casos de Pier Gynt de Ibsen y Grieg, la tetralogia de Wagner El anillo de los Nibelungo y a otros autores como Schumann, Berlioz. Franz Liszt con obras como El Vals de Mefisto o la sinfonía Fausto.
Resulta sorprendente que en la actualidad la supuesta música del diablo sea tan omnipresente como lo fue hace un milenio. El diablo, al parecer, está presente en todos los tiempos y lugares Puede ser aterrador pero, al mismo tiempo, fascinante.