Estar asustados, derrotados por la desilusión y dando por hecho un desastre, no nos servirá para evitarlo o afrontarlo, si finalmente llega.
¿Y si no llega? Quizás habremos desaprovechado oportunidades en ese tiempo, por no hablar del sufrimiento que habremos soportado en vano.
Pero pongámonos en lo peor. Vamos a temblar o a enterrar la cabeza en la tierra como los avestruces, porque lo que tanto tememos que ocurra, ocurrirá. Es inevitable.
Imaginemos que no sirve de nada escapar, ni buscar soluciones, ni preparar estrategia alguna porque estamos abocados a eso… ¡a lo peor!
¿Y qué, si ocurre? ¿El miedo no nos estará haciendo exagerar?
Digo, porque todos hemos exagerado con el miedo, ¿o no? La primera vez que yo fui a que me sacaran una muela, sufrí más por todo lo que me asusté antes que en el momento en que me la estaban sacando.
En las pequeñas cosas, la mayoría de nosotros hemos vivido esto: asustarnos mucho por algo que no era para tanto.
Pero, no. Vamos a pensar que sí lo es. No sólo ocurre lo malo que esperamos; es peor, incluso. Llega el momento, sobrepasando nuestras más horribles expectativas.
Ahí también tenemos opciones. Una de ellas es bajar la cabeza y acostumbrarnos a lo malo (que hasta a lo malo se acostumbra uno). Otra, es no bajar la cabeza e intentar salir de ahí.
A eso se le llama resiliencia; a la voluntad de mantenerse en pie y superar situaciones muy complicadas o dolorosas.
La mayoría de nosotros pasamos por momentos muy duros en la vida. Momentos en los que, para avanzar, habremos de tragarnos el miedo, buscar apoyos y seguir explorando salidas.
Quizás no podamos evitar que suceda lo peor, porque no tengamos control sobre ello. Pero sí podremos elegir cómo afrontarlo.
http://tusbuenosmomentos.com/2012/07/cuando-pasa-lo-peor/