Que nos ignoren, que nos hagan el vacío o que nos apliquen el tratamiento del silencio (si empleamos un nombre más formal) es algo por lo que todos hemos pasado.
Esta situación no duele tanto cuando quien nos ignora no tiene ningún vínculo con nosotros. Total, a todos no podemos caerles bien y tienen derecho a pasar olímpicamente de nuestra persona.
Sin embargo, cuando ese tratamiento del silencio es empleado por una persona cercana, estamos hablando de un castigo muy serio. No hay daño físico, pero emocionalmente puede ser devastador. Tanto, que el dolor se extiende al cuerpo.
Quien lo lleva a cabo retira su afecto y su atención a la víctima. La hace sentir insignificante, perdida, incómoda, rechazada… Su objetivo es ése: herir. Muy cruel, ¿no crees?
La víctima ve apaleada su autoestima. Si recibe ese tratamiento de alguien que se supone que la quiere, ¿es que se lo merece?
Puede que pase un tiempo sin prestarse atención a sí misma, para dársela a quien la está castigando. Eso es lo que quiere su verdugo: atención y tener el control.
La víctima quizás responda silencio con silencio o quizás intente dialogar, en buenos términos, por si logra una respuesta.
El que abusa, muy a menudo, justifica su actitud. El tiempo y las circunstancias avisan si son razones válidas o si sólo son excusas.
Estoy estresado.
Necesito espacio para pensar.
No quiero pelear.
… En el segundo caso, echa balones fuera, poniendo la culpa en otro lugar. Puede ser tan cínico que culpe incluso a la propia víctima.
Hasta aquí hemos descrito el extremo hasta donde pueden empeorar las cosas.
¿Cómo termina la historia?
Cuando esta situación se alarga o se repite con demasiada frecuencia, hay que buscarle un final. Y aquí vamos a elegir el mejor desenlace posible para la víctima, que un día se da cuenta de que no merece ser tratada así.
Después de confrontar al verdugo pidiendo una respuesta e intentando arreglar la situación, la víctima toma conciencia de que esa persona cercana la está hiriendo adrede.
Siguen los intentos y se percata de que, hasta que el torturador no quiera, aquello no terminará. Tiene el control, pero hoy es el último día.
La víctima ha decidido defender su dignidad y no permitir que nadie la trate como a un felpudo viejo; mucho menos esa persona a la que “supuestamente” está unida por un lazo de amor, de cariño.
Hoy es el día en el que la víctima dice: “Ya basta. Como sigas en ese plan, no me vuelves a ver en tu vida.”
El verdugo calla de nuevo. La víctima sale dejándolo en compañía de su silencio.
Definitivamente, no es un final original, sino muy previsible. A quienes acostumbran a castigar con el silencio se les suele pagar con la misma moneda.
Dos aclaraciones:
(1) Los papeles de víctima y verdugo no están asignados a mujer y hombre respectivamente. No hay distinciones.
(2) No confundamos este tratamiento del silencio con tomarse un tiempo para calmarse y reflexionar. Aislarse un rato es algo distinto a esto que hemos hablado.
http://tusbuenosmomentos.com/2012/04/castigo-silencio/