De pronto pasan mil cosas: nos sentimos culpables, no merecedores, o simplemente sospechamos de cualquier cosa, “hasta de la felicidad que nos llena”. Por eso, y dado que la vida comporta sus riesgos, no nos queda sino asumir que el miedo aflorará tarde o temprano aguándonos la fiesta. A no ser que no temamos tanto o nada, y que disfrutemos con los presentes que el presente nos regala. Por eso no todo es tragedia. No hay que asumir como una fatalidad que “nada” sea para siempre y que “todo” sea efímero, porque aún cuando el sufrimiento ocupa un incómodo y pre-eminente lugar en nuestras existencias, también es verdad que nos brinda la oportunidad de Aprender a Amar, sin más ni menos.
¿El miedo? Supongo que es un mecanismo emocional e instintivo de respuesta que nos advierte de la siempre inevitable y turbadora incertidumbre. De nosotros depende cómo gestionarlo para evitar complicarnos la vida, o complicársela a los demás. Al parecer, en el curso de la vida hay diferentes niveles de miedo según el grado de evolución personal o según el nivel de conciencia. Lo mismo podemos decir del amor: hay amor con minúsculas que es inconsciente, ilusorio, pueril y básico (en el que hay de todo y todo vale); y existe el Amor consciente que implica un grado de evolución, de responsabilidad y coherencia. Lejos de los niveles ordinarios de amor es posible experimentar el AMOR y casi presentir que es maduro y universal.
Dicho esto entiendo por qué se tiene miedo a un montón de cosas: a que se trunque la relación, a que yo ya no le guste y se fije en otra, miedo a sentirme aburrida o a que él se aburra de mi, miedo a no ser suficiente, a que me plante, a que yo no entre en sus planes; a parecerle siempre la misma, a decepcionarlo, o a no ser ya tan joven, o guapa, o interesante... Son miedos muy humanos que sin lugar a duda debería hacernos comprender que amar no es una carrera fácil. Todas estas cosas ocupan tiempo, espacio y energía, y afloran desde el subconsciente y el inconsciente socavando la relación. El caso es que se producen sentimientos de inseguridad, y que si te dejas invadir por ellos te pueden trastornar la cabeza, hacerte sufrir de paranoia o psicosis, resentimiento, angustia, celos, o frustre. Luego desengañada y vapuleada estarás a la defensiva.
No nos engañemos, los temores que proyectamos sobre el otro son los temores no resueltos dentro de nosotros. Pero entre tantos miedos irracionales lo que menos se nos ocurre es vivir en el presente. Nos olvidamos de lo que ya tenemos y nos proyectamos hacia el futuro reprochándonos lo que tuvimos o perdimos. Total, que insistimos en lo increíbles que fuimos, lo maravillosos que somos o lo fantásticos que podríamos ser con “otra vida”, u “otra persona”, en “otro escenario”, y en “otro momento” o tiempo.
Total que es tope de fácil sucumbir al amor más torpe, banal, humano y básico que es por cierto la causa más frecuente de egoísmo, pérdida de autoestima, dependencia, esclavitud e infelicidad. Al parecer felicidad e infelicidad continúan librando la legendaria y jocosa lucha de opuestos. Creo que este conflicto tan viejo como humano nos impide vivir con libertad porque no nos deja expresar conscientemente el Amor que recibimos, el Amor que sentimos ni el Amor que podemos Dar. Supongo que en la "escuela de la vida" la asignatura o el curso más difícil de aprobar sigue siendo “aprender a amar”. Espero por lo menos un aprobado raspado, porque la verdad es que no me apetece para nada tener que hacer clases de recuperación, repetir curso; o suspender. A muchos les dará igual, pero a mí, la verdad, no saber amar me pone pero que fatal de los nervios.
Eloise Tremen