Un hombre es un ser complejo, a través de la historia casi todas las filosofías han pretendido entender y simplificar sus múltiples dimensiones. Actualmente tratamos de ver la imagen humana, como la de un individuo totalmente responsable de sí mismo, no sólo de cada uno de sus actos, sino también de su destino, que progresivamente ha ido dejando de ser trascendental para hacerse simplemente, natural.
Nuestra incapacidad para vivir en la incertidumbre, para aceptar las cosas tal y como ocurren, nos hace imaginar un mundo que funciona siguiendo las reglas de nuestro raciocinio, lo cual nos proporciona grandes dosis de seguridad pero limita nuestra libertad, pues las oportunidades que nos ofrece el universo son siempre ilimitadamente superiores a las que imagina nuestra mente.
La renuncia a la parte esencial de lo que somos razón y emoción, nos ha llevado a concebir nuestra vida de forma ficticia. El propósito de parecernos más a lo que realmente somos, puede ayudarnos a equilibrar los aspectos psicológicos principales: pensamientos, sentimientos y conductas. Estos tres aspectos están interrelacionados, de modo que los cambios en uno producen cambios en otro, si cambiamos el modo en que pensamos acerca de las cosas, sentiremos de forma diferente y nos comportaremos de diferente manera, nuestra conducta puede ser por tanto modificada en la medida que vamos evolucionando.
Las oportunidades que nos ofrece el universo son siempre ilimitadamente superiores a las que imagina nuestra mente.
Las emociones describen el alma humana en el lenguaje más cercano que nuestra mente puede comprender. Estas indican la dirección que debe tomar nuestra vida para sentirnos en equilibrio y por tanto en salud. La mente fortalece al ego haciendo trampas a las emociones, buscando salirse con la suya. Pero cuando las emociones están supeditadas a la mente, la vida no puede ser plena y el equilibrio que mantiene la salud se rompe.
Cuando estamos conectados con nuestro Ser, nos encontramos rodeados de la gente a la que queremos, sabemos cuidarnos, y vamos alcanzado, un equilibrio que se traduce en autonomía y madurez, obteniendo así un grado saludable de equilibrio.
Cada uno de nosotros tiene la capacidad de controlar actitudes interiores de nuestra mente, para ello es necesario desarrollar el hábito de ver en positivo las situaciones que nos rodean y con ello ser más constructivos. Cuidar de nuestra salud es algo sagrado, liberarnos de trastornos que nos impiden disfrutar de lo que actualmente tenemos.
Nadie es mejor que nadie, todo maestro alguna vez fue aprendiz, toda persona que apunta hacia la felicidad comenzó por abajo para llegar arriba. Cuando nos sentimos en paz con nosotros mismos, sabemos que estamos haciendo lo correcto, nuestro mundo interior y exterior se van equilibrando y alineando. Cualquier cosa que se experimenta totalmente se transforma en dicha.
Algunas prácticas también puede conducirnos hacia esa paz interna tan deseada:
Dar descanso a nuestro dialogo mental unos minutos cada día
Procurar la coherencia en nuestros hábitos.
Alimentar la fe en si mismo y en nuestras creencias.
Ser conscientes de nuestra libertad interior y la capacidad de tomar las propias decisiones.
Desarrollar nuestra capacidad de amar
Tener relaciones con los demás
Practicar el optimismo
Practicar la meditación y el rezo.
Cuando las emociones están supeditadas a la mente la vida no puede ser plena y el equilibrio que mantiene la salud se rompe.
LOS PENSAMIENTOS SON... COMO NUBES EN EL CIELO. SOPLA SUAVEMENTE SOBRE ELLAS Y VERAS CON CLARIDAD, LA INMENSIDAD DEL UNIVERSO...
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