"Yo sé que no te he tomado mucho en cuenta, pero quiero que me ayudes para que me des las respuestas que necesito", es un enunciado que debemos repetirnos para ir poco a poco actuando conforme a nuestro espíritu
Muchas veces nos preguntamos si cierta decisión es la correcta y nos aconsejan que para saberlo debemos escuchar a nuestro corazón, pero, ¿cómo saber que el que nos responde es nuestro corazón y no nuestra mente? ¿cómo podemos diferenciar uno del otro?
En la actualidad los seres humanos estamos acostumbrado a seguir los mandatos y voluntad de nuestra mente, que no es la más indicada para guiarnos en todos los aspectos de nuestra vida.
Nosotros debemos de vivir con el equilibrio entre el cuerpo físico, que en este caso representa a la mente, y el cuerpo astral y espíritu, que es el corazón.
Pero desgraciadamente ahora le estamos dando mayor importancia a la mente que ya está sobrecargada y que por lo mismo no siempre nos dará las respuestas justas.
Por ejemplo, si nos ofrecen algo y contestamos "sí", ¿sabemos realmente qué parte de nosotros está respondiendo y si es realmente lo que queremos? Por ello lo mejor será descubrir de dónde vienen esas respuestas que damos a lo largo del día.
Cada quien su lugar
Muchas de las contestaciones o decisiones que tomamos en la vida nos llegan de la mente porque son cosas que el intelecto domina, pero otras muchas tienen que salir del corazón porque solamente él tiene la facultad de decidir sobre los puntos más sensibles.
Pero, ¿de dónde viene la importancia del corazón?, muchos dirán que no es más que un órgano, aunque sin analizar que no es solamente un músculo, sino que tiene toda la facultad y la energía para dirigir un cuerpo.
Además, posee toda la fuerza para generar la energía que nos ayuda a contactar con Dios y los demás seres de luz. Ello, aunado a que también saca la energía indispensable para esa otra parte de nosotros, que es el espíritu, nos lleva a comunicarnos con las cosas bellas que están a nuestro alrededor.
Es importante que se escuchen a la mente y al corazón dependiendo de la situación; por ejemplo, si estamos con nuestro esposo y dejamos que nuestra mente nos dé las repuestas que debería de tomar el corazón, entonces estaremos cometiendo un error.
En esos momentos es cuando tenemos que recurrir a lo que sentimos, a esa parte interna que vibra.
De ahí que las relaciones humanas fracasen en muchos casos, porque están basadas en el cerebro.
El corazón es el único que tiene la armonía perfecta para que las personas se puedan entender y conjugar para lograr una armonía en sus relaciones.
Una mente confusa
Sabemos que nuestra mente es demasiada complicada, ya que absorbe todo lo que está alrededor, entre ello las imágenes que ve durante el día mientras caminamos, hablamos o comemos.
Aun cuando no pongamos atención a una persona, nuestra mente está capturando toda la información y procesándola, dividiendo qué información es para nosotros y cuál no.
Y todavía la sobrecargamos más tratando de que decida en cuestiones del corazón como "¿debo perdonar o no a mi pareja?".
La mente, que está tratando de procesar toda su información, al ser obligada a respondernos, nos mandará una respuesta que tomará del mundo que hemos recogido durante nuestra vida.
El cerebro al recibir la duda busca una respuesta entre los datos que ha almacenado en su existencia, entonces su respuesta será "no debo perdonarlo por esto y esto", y tal vez sea una contestación basada en la situación de una persona lejana que nuestro cerebro agarró y que le parece algo similar a lo que queremos saber.
Es cuando uno se dice "¿Por qué tome tantas decisiones que no eran las que yo quería?", y es porque dejamos que el cerebro tome funciones que no le corresponden.
Lo malo es que la mente se acostumbra a dar siempre las respuestas y cuando queremos que el corazón nos responda, el cerebro manda la información antes de que el corazón lo haga.
¿Cómo escuchar a nuestro corazón?
El primer paso para dejarnos guiar más por el corazón es conocer cómo siente.
Hablémosle, no es un ser aparte, en él está todo el amor de Dios y será capaz de contestarnos cuando lo llamemos, pero si no le decimos lo que sentimos no será capaz de responder.
Un método sencillo para despertar a nuestro corazón es tomar una flor y analizar lo que sientes, qué nos produce verla o tocarla.
En ese momento debemos de llamarle a nuestro corazón, a Dios, para así rompere el miedo de hablar con amor a las personas o seres que no vemos. Debemos perder esa vergüenza, nuestros ojos no lo van a ver, pero nuestro otro ser va a ver muy claramente a quién le habla.
Entonces, podemos decirle al corazón: "Yo sé que no te he tomado mucho en cuenta, pero quiero que me ayudes para que me des las respuestas que necesito". Lo que él va a entender no son las palabras, sino la energía que le pongamos a nuestro llamado.
Esa contestación que vamos a obtener será de nuestro corazón y notaremos que son muy diferentes a las que nos da el cerebro.
Con esto vamos a darnos cuenta de cómo siente uno y el otro, hasta que cada vez podamos discernir mejor qué respuesta es la que debemos aplicar en cada situación.
Es posible que veamos que las soluciones no son las que parecían más difíciles, porque siempre creemos que lo que nos va a llevar a lo que queremos es lo truculento, lo que nos hacen sufrir, cuando en realidad las cosas más sencillas son las reales.
Estamos acostumbrados a pensar así, cuando de verdad es por el camino más fácil por donde debemos andar. La vida no es complicada y eso lo veremos poco a poco cuando tomemos las repuestas que nos dará el corazón.
Flora Rocha
Fundación Sabiduría del Corazón
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