Los humanos tenemos limitaciones que nosotros mismos nos ponemos, casi sin darnos cuenta. Cuando decimos: –“Yo soy…tal cosa” y cuando decimos: –“Yo no soy…tal cosa” estamos etiquetándonos, haciendo afirmaciones que nos auto-encasillan, nos encierran.
Cada vez que decimos “YO no…” es un límite que nos estamos poniendo. Muchas veces nos auto-denominamos por medio de ese límite y así permanecemos “privados de nuestra libertad” sin hacer nada para salir de ahí: –Yo soy así…Yo soy así…
Empecemos tomando en cuenta algunos ejemplos de las etiquetas que nos ponemos:
La inseguridad, los celos
El temor, la tristeza, el enojo
La necesidad del otro
La pasividad, la inercia
Los excesos, en algún área
La insatisfacción, el descontento
Pero tenemos que poder ver que los rótulos también funcionan como un “escudo protector”:
Si soy así, nadie me va a cambiar.
Si soy así…qué le voy a hacer!
Si soy así…no puedo hacer otra cosa, etc.
Estos escudos protectores son nuestros límites encarnados y hechos realidad, ellos “nos dan identidad” por eso no queremos “movernos de ahí”. Las etiquetas nos hacen sentir que somos “alguien”, que somos eso y no otra cosa.
Algunos ejemplos de rótulos-límites que nos ponemos:
Soy incrédulo/a.
Son inseguro/a.
Soy miedoso/a.
Soy enamoradizo/a.
Soy enojadizo/a.
Soy depresivo/a.
Soy inocente.
Soy adicto/a a…
Soy viejo/a.
Soy un anti-héroe.
Soy meticuloso/a.
Soy divertido/a.
Soy corajudo/a.
Soy celoso/a.
No puedo hacer…
No puedo ir…
No puedo tener…
No puedo ser…
Las etiquetas que personificamos se instalan en nosotros y nos encierran en un mundo de posibilidades muy estrecho.
Todos nuestros auto-límites son por miedo y al miedo hay que asustarlo “yendo hacia él”.
Si pudiéramos vivir sin tantas ideas fijas, sin auto-etiquetarnos, huiremos de nuestro propio “Alcatraz”(*), y cuando nos animemos a salir “nadaremos en un mar de libertad”. Esa ansiada libertad interior de poder ser y hacer ilimitadamente.
(*)referencia a la famosa prisión de San Francisco, California- U.S.A.
ALICIA ORFILA –
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