Cada pensamiento que tenemos provoca que sintamos una emoción y esto hace que determinadas sustancias químicas circulen por nuestro cuerpo-mente como consecuencia. O sea que el cuerpo siente lo que estamos pensando y como el cerebro está en permanente comunicación con el cuerpo, este le envía a su vez sus señales de aquello que está sintiendo. De este modo quedamos atrapados en un circuito de pensar-sentir-sentir-pensar, que nos hace creer que esa es nuestra identidad: “yo soy así”.
Si hoy decidiéramos decir ¡Basta! y dejáramos de quejarnos, de dar excusas, de culpar, de lamentarnos, de boicotearnos, de criticarnos, de transigir, etc, nuestro cerebro cambiaría sus químicos emocionales a tal punto que nos sentiríamos “raros”. Sucede que este nuevo estado no va a ser reconocido por nuestras células, que se van a “reunir a ver qué está pasando” ante tal cambio y nos dirán a viva voz:
“Si querés cambiar algo: podés empezar mañana”.
“Hoy no!”
“Tenés una buena razón para sufrir, continuá así”.
“Cualquier momento es bueno para hacer un cambio, menos ahora”.
Si le creemos a esa voz que viene de “nuestra cabeza”, volveremos sin más a ser-estar como antes, seguiremos estando adictos a nosotros mismos, a hacer siempre lo mismo y por ende a ser siempre los mismos, porque continuaremos respondiendo a nuestros viejos programas automáticos.
Cultivar un nuevo YO
Queremos ser felices, ser libres, ser saludables, pero todos los años de estrés físico y/o emocional nos condicionaron bioquímicamente el cuerpo, por lo que tendremos que “trabajar” para salir de “ese lugar”.
¿Cómo cambiamos?
Dejando de seguir al pie de la letra nuestros automatismos, encontrándonos con nosotros mismos a través de la meditación ó de cualquier técnica que nos conecte con nuestro interior (relajación y/o respiración). Así sabremos lo que verdadera y profundamente queremos en cada momento, lo que nace de nuestro profundo ser, lo que no tiene opuesto. Entonces el cuerpo y la mente trabajarán juntos, la acción y el pensamiento estarán alineados. Esto hará que nuestro estado interno de calma, de alegría interior sea tan fuerte bioquímicamente hablando que no podrá ser derribado por ninguna cosa que suceda en nuestro mundo externo.
Y al alinear mente y cuerpo podremos decir lo que sentimos, hacer lo que sentimos, dejando de estar disociados, como cuando no hacemos lo que sentimos, ni lo que queremos, ni lo que pensamos.
Por último: meditar en sánscrito significa cultivar, por eso la meditación nos permite cultivar un nuevo ser, desprendernos de lo viejo y plantar un nuevo yo.
Meditar para estar más atentos, conscientes y así ser fieles a nosotros mismos.
ALICIA ORFILA – Consciencia y Salud –
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