Nuestra oración nos da una vida pacífica. Nuestra meditación nos da un corazón bello.
Yo rezo. ¿Por qué rezo? Rezo porque necesito a Dios. Yo medito. ¿Por qué medito? Medito porque Dios me necesita.
Cuando rezo, pienso que Dios está muy arriba por encima mí, por encima de mi cabeza. Cuando medito, siento que Dios está profundamente dentro mí, dentro de mi corazón.
La oración dice: “Estoy indefenso, soy impuro, soy débil. Te necesito, Oh Señor Supremo, para que me fortalezcas, para que me purifiques, para que me ilumines, para que me perfecciones, para que me inmortalices. Te necesito, Oh Señor Supremo.”
La meditación dice: “Señor Supremo, por Tu Generosidad infinita me has escogido para ser un instrumento Tuyo y manifestarte aquí en la Tierra a Tu propia manera. Podrías haber escogido a otro para desempeñar este papel, pero me has concedido a mí la oportunidad dorada. Te ofrezco mi constante gratitud, mi corazón de gratitud.”
La oración es pureza. Purifica la mente, que siempre es propensa a la duda, al miedo, a la preocupación y la ansiedad, y siempre es asaltada por pensamientos y movimientos erróneos. Cuando rezamos, se produce la purificación en nuestra mente, y la pureza aumenta nuestra receptividad de Dios. De hecho, la pureza no es sino receptividad de Dios. Cada vez que rezamos, nuestro recipiente interno se hace grande, más grande, grandísimo. Entonces la pureza, la belleza, la luz y el deleite pueden entrar en ese recipiente y jugar juntos en lo más íntimo y profundo de nuestro corazón.
La meditación es luminosidad. Ilumina nuestro corazón. Cuando la iluminación se produce en nuestro corazón, desaparecen la inseguridad y la sensación de carencia. En ese momento cantamos la canción de la unicidad inseparable con la Conciencia Universal y la Conciencia Trascendental. Cuando nuestro corazón es iluminado, lo finito en nosotros entra en lo Infinito y se convierte en lo Infinito mismo. La atadura de milenios nos abandona, y la libertad de la Verdad y la Luz infinitas nos da la cordial bienvenida.
La oración le dice a Dios: “Amado Supremo, Tú eres mío. Yo te reclamo como mío, muy mío. Otórgame tus cualidades divinas en medida ilimitada para que yo pueda ser Tu instrumento perfecto aquí en la Tierra.”
La meditación le dice a Dios: “Oh Amado Supremo, yo soy Tuya. Me puedes utilizar a Tu antojo en cada momento, a lo largo de la Eternidad. Cólmate a través de mí aquí en la Tierra y allá en el Cielo.”
La mejor definición de la oración es practicarla diariamente. La mejor definición de la meditación es experimentarla fervorosamente. La mejor definición del yoga es vivirlo sinceramente. La mejor definición de Dios es amarlo a Él y sólo a Él, incondicionalmente.
La oración es algo absolutamente intenso y ascendente. Cuando rezamos, sentimos que nuestra existencia es una llama puntiaguda alzándose hacia lo alto. Desde la planta de nuestros pies hasta la coronilla de nuestra cabeza, todo nuestro ser está invocando y evocando hacia arriba. La naturaleza misma de la oración es llegar a Dios ascendiendo.
La meditación es algo amplio y vasto que finalmente se expande en lo Infinito. Cuando meditamos, nos lanzamos a una vasta expansión, a un mar infinito de paz y dicha, o bien acogemos al Vasto infinito en nosotros. La oración se eleva; la meditación se expande. La meditación está constantemente creciendo y expandiéndose en la paz, la luz y el deleite. Cuando meditamos, gradualmente vemos, sentimos y devenimos el universo entero de luz y deleite.
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