Para empezar: todos estamos conectados con el Creador, no existe separación alguna del Padre más que en nuestra propia mente. Por su parte, los ángeles, creaciones divinas (al igual que nosotros) permanecen a nuestro lado y nos aman tal y como somos, con nuestras fallas y defectos. De manera que, el canal angelical siempre está abierto y dispuesto, solo que a veces con nuestros pensamientos, hábitos, sentimientos y emociones negativas entre otras cosas, lo contaminamos.
Una frecuencia es un estado de vibración. Según el Principio de Vibración, en el universo: “Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra”. Como los ángeles y en general todos los seres de luz vibran en una frecuencia altísima, somos nosotros los que debemos elevar la nuestra, para sintonizarnos mejor con la Divinidad y todas sus extensiones.
Siguiendo el mismo principio, los seres humanos continuamente transformamos nuestra vibración con las emociones que nos permitimos sentir. Es tan sencillo como que si uno se siente bien, vibra rápido; y si vibra rápido se alinea con frecuencias de esa misma vibración.
¿Entonces, cómo incrementar nuestra frecuencia vibratoria?
Indiscutiblemente la emoción máxima que incrementa nuestra frecuencia vibratoria es el amor. Elevar la frecuencia vibratoria también va de la mano con el despertar y el cambio de conciencia que tanto escuchamos en estos tiempos. Esto significa ser mejores humanos, viviendo desde el amor en todas sus versiones: gratitud, perdón, bondad, respeto, alegría, compasión, esperanza, etc. Todo lo contrario, lo que no procede del amor: el miedo, la culpa, el orgullo, la envidia, el rencor, el juicio, la tristeza, la rabia, el control, la preocupación, el deseo de venganza, entre otras cosas, no son más que prolongaciones del ego que nos ponen en un nivel de vibración bajo, bloqueando el flujo natural de nuestra energía y obstaculizando la comunicación angelical.
Algunos consejos adicionales para elevar tu vibración son:
Siéntete feliz. Sin importar la situación por la que estés pasando, opta por la felicidad como tu estado de ánimo constante, convirtiéndola en un hábito. Tu actitud positiva, además, inspira a quienes se encuentran a tu alrededor y atrae más experiencias dichosas a tu vida.
Ora, medita. Aunque para algunos la meditación es otra forma de oración, normalmente se define el acto de orar como una forma íntima y muy personal de hablar con Dios, mientras que meditar se relaciona con recibir respuestas a través de la guía interior. Orar y meditar generan y fortalecen el sentimiento de estar más cerca de Dios, tranquilizando y aliviando tanto la mente, como el cuerpo y el espíritu.
Trabaja el perdón. No existe nada más liberador y por consiguiente sanador, que el perdón. Primero perdón hacia uno mismo y luego hacia los demás. Al perdonar se recuperan el equilibrio y la paz interior. Muy sabias eran las palabras de la Madre Teresa de Calcuta al referirse al perdón: “El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió”.
Se agradecido. Cuenta tus bendiciones a diario. La gratitud abre las puertas a recibir más bendiciones y regalos del cielo. Además, agradecer de antemano todo lo bueno que está por sucederte, tiene un efecto maravilloso en la manifestación de tus deseos.
Vive en congruencia; es decir, se consistente entre lo que hablas, piensas y haces. Alinea tus pensamientos con tus emociones y sentimientos para materializar tus sueños.
Ríe más. Sonreír es una terapia instantánea, natural, efectiva, accesible a todos y que no cuesta nada. Excelente herramienta también para mitigar situaciones de tensión, desviar la atención del dolor y restar drama. Mantener un buen sentido del humor, además, nos ayuda a enfrentar los retos desde una perspectiva diferente.
Ten fe en ti mismo. Es muy cierto eso de que si no se cree en uno mismo, nadie creerá en uno. Tú puedes lograr todo lo que te propongas.
Libera. Deja ir todo lo viejo y obsoleto que ya no sirva en tu vida. No te apegues a nada.
Practica el no juzgar. Todos somos diferentes. Permite a los demás ser como deseen y no descalifiques ni condenes los comportamientos que sean diferentes al tuyo.
Renuncia a quejarte. Como cita la poeta norteamericana Maya Angelou: “Si no te gusta algo, cámbialo. Si no puedes cambiarlo, cambia tu actitud. No te quejes.”
Vive en el presente. Acepta cada momento de tu vida tal como sucede sin preocupaciones por lo que ya pasó o lo que viene.
Cuida tu cuerpo. Haz ejercicio, descansa y nútrete equilibradamente con alimentos sanos.
Para terminar, mi más amorosa recomendación es la siguiente: Si deseas cambiar la frecuencia con la que vibras, elige sentirte bien. Haz lo que esté a tu alcance para mantener tu estado de ánimo positivo. Obviamente, como todo lo que emprendemos, mantener tu vibración en buen nivel requiere conciencia, práctica, constancia y compromiso.
Martha Muñoz Losada