Deseos de venganza

Reflexiona:
Dices que deseas venganza...
¿Realmente lo sientes así? ¿Anidan en ti sentimientos de rencor, odio y necesitas una especie de reparación por el daño o agravio recibido que sólo obtendrás con la venganza? Sé que en ciertas ocasiones ésta causa placer a quien la concreta una vez dada, pero a su vez la venganza envenena hasta que se ha concretado pues nos sumerge en un mundo de negatividad y sobre todo no soluciona el problema.

Al deseo de venganza se entiende como forzar a quien haya hecho algo malo en sufrir el mismo dolor que infligió o asegurarse de que ésta persona no volverá a cometer dicho mal otra vez. La venganza es un acto que, en la mayoría de los casos, causa placer a quien la efectúa, debido al sentimiento de rencor que ocasiona, sin embargo ¿Realmente luego se siente uno en paz? ¿Habrá arrepentimiento?.... Con todo ésto no se quiere decir que no se entienda a los que tienen deseos de venganza pues los actos de venganza personal reflejan un sentido de justicia con raíces biológicas, no se la considero una enfermedad, o una falla moral o un delito sino una conducta profundamente humana y a veces muy funcional.

El problema es caer en el exceso pues a menudo aquellos que se sienten víctimas de una mala acción a menudo la magnifican y sueñan fantasías de revancha, algunos hasta se frotan las manos ante la imagen de la venganza consumada, como se decía antes viven envenenados... Pero hay otras opciones, superar el enojo con quienes nos han herido, perdonar... El perdón, el dejarlo pasar puede ser el mejor modo de vengarse, una demostración de que no han vencido; como elevarse por encima de lo que ha sucedido, por encima de todos.

http://autoayudaydesamor.blogspot.com.ar/

No importa qué sólido sea nuestro fundamento espiritual, podemos sentir aún un abrumador deseo de castigar a otra persona o de desquitarnos de ella. ¡Queremos venganza!
Queremos que la otra persona sufra como nos ha hecho sufrir a nosotros. Queremos ver que la vida le dé a esa persona su justa recompensa. De hecho, nos gustaría ayudarle a la vida a hacerlo. Esos son sentimientos normales, pero no tenemos que actuar conforme a ellos. Esos sentimientos son parte de la ira que sentimos, pero no es nuestra labor administrar justicia.
Podemos permitirnos sentir la ira. Es útil ir un paso más profundo y dejarnos sentir los otros sentimientos: el daño, el dolor, la angustia. Pero nuestra meta es liberar esos sentimientos y acabar con ellos.
Podemos hacer responsable a la otra persona. Podemos responsabilizarla. Pero no es nuestra responsabilidad ser juez y parte. Buscar venganza activamente no nos ayudará. Nos bloqueará y nos retendrá.
Aléjate. Deja de jugar el juego. Desengánchate. Aprende tu lección. Dale gracias a la otra persona por haberte enseñado algo valioso. Y acaba con ello. Ponlo detrás, con la lección intacta.
La aceptación ayuda. Lo mismo el perdón, no del tipo que invita a la persona a que nos use otra vez, sino un perdón que libere a la otra persona y lo deje en libertad de seguir un camino diferente, al tiempo que nosotros nos liberamos de nuestra ira y resentimiento. Que nos libera para seguir nuestro propio sendero.

“Hoy estaré tan enojado como tenga que estar, con la meta de acabar mis asuntos con los demás. Una vez que haya liberado mi dolor y mi ira, me esforzaré por perdonar sanamente, perdonar con límites. Entiendo que los límites, aparejados con el perdón y la compasión, me llevarán hacia adelante”.

(Melody Beattie de su Libro El Lenguaje del Adiós).