Una buena acción produce siempre efectos benéficos, brinda paz espiritual, fortalece el equilibrio mental, inspira la aceptación y el afecto de los demás e impulsa a otros a hacer lo mismo. Sólo hay que aprender a mirar, porque muchas personas no saben todavía lo que es bueno para ellos.
La bondad genera energía positiva, igual que la mala honda, la buena honda también se puede percibir en el ambiente, es estimulante y benéfica para los que se encuentran alrededor porque disipa las tristezas y devuelve la alegría.
Sin embargo, las acciones bondadosas no venden, porque lo que se vende a buen precio es la maldad, la violencia, la crueldad y la perversidad.
Como lo que vende está en todos los medios de comunicación, genera una honda negativa que se expande alrededor del mundo y hace que la gente se vuelva débil, pierda sus fuerzas para enfrentar la vida con entusiasmo, sea pesimista, se sienta depresiva y no espere nada bueno de la vida.
El bondadoso es poderoso, porque tiene la suficiente energía para cambiar de canal cuando destila sólo veneno disfrazado de arte moderno, producto de mentes reventadas.
Una cara sonriente puede ser irresistible en medio de un mar de caras largas; donde ser simpático y amable es la excepción de la regla; porque la mayoría transita por la vida desconforme y resentido, por no poder gratificar sus deseos, generados por todo lo que ofrece la publicidad o por lo que se exhibe en las vidrieras.
Sin embargo, no siempre el cumplimiento de esos deseos puede devolverles la sonrisa o la capacidad para ser más amables y bondadosos con los demás. Porque ni bien la gente cambia de bando y pasa a ser un privilegiado que puede comprarse todo, se vuelve aún más amargada y más codiciosa, sedienta de tener más y más cosas.
Si bien es difícil imitar a la Madre Teresa de Calcuta, ni tanto ni tan poco, sólo es necesario cambiar de actitud, volver la mirada hacia adentro y saber bien qué es lo que realmente se desea para ser genuinamente felices.
Ser bueno no significa ser complaciente, ni olvidarse de las propias necesidades no satisfechas para satisfacer a los demás. Se trata de recuperar la humanidad, porque nos estamos convirtiendo en robots sin sentimientos y sin sensibilidad alguna para sentir emociones.
Tratar a los demás con respeto, dejándolo pasar primero, aprendiendo a esperar, no apurando a nadie, no atropellando ni siendo insolente y maleducado, moviéndose con cuidado para no molestar a los demás sin usar la fuerza bruta; son conductas que permiten sentirse mejor a quien las practica y lo lleva a un estado de conciencia que lo hace estar más predispuesto a recibir todo lo que desea; porque le eleva la autoestima y puede comenzar a creer que él se merece también todo lo bueno; y precisamente esa creencia atraerá sólo lo bueno.
Todos somos importantes en algún aspecto y meremos ser tratados como tales, porque resulta muy gratificante recibir buen trato de un extraño sin la intención de obtener algo a cambio.
En este mundo de transacciones, donde todo es negocio, nos hace sentir bien un comportamiento desinteresado, ser tratado con amabilidad y respeto, porque si, porque no cuesta nada y para que se contagien todos y se produzca por fin una pandemia de bondad, buenos modales y cordialidad, que les devuelva a todos la sonrisa, el optimismo, y las ganas de vivir con esperanza.
La vida no tiene por qué ser un campo de batalla donde hay que ganar venciendo al otro, todos podemos ser ganadores, porque hay de todo para todos.
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