ebemos comprender que cuando se trata de superar un problema la preocupación excesiva no va a solucionar nada y nos va a hacer la carga más pesada aún al conferirnos un estado depresivo desagradable tanto para nosotros mismos como para quienes nos rodean. En lugar de ello, debemos ofrecer a nuestro cuerpo mental nuevos surcos de pensamiento positivo repitiendo continuamente frases tales como “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy”.
“No dejéis que vuestros corazones trepiden o se llenen de preocupación”. (San Juan, 14:27) “El Ser es Paz: yo soy el Ser.
El Ser es Fuerza: yo soy el Ser”. Tales pensamientos dan a la mente nuevos “surcos” con los cuales, una vez familiarizada,estará en posición de liberarse de las ataduras del temor y la depresión.
Es importante recordar también que el universo está gobernado por la justicia absoluta de la Ley Cósmica. Solamente la Ley Cósmica puede afectarnos de manera definitiva, cualquiera sea el medio a través del cual se manifieste. De ello se deduce que nada puede hacernos daño salvo aquello que viene como resultado de nuestras propias acciones. El dolor y la tristeza se reducen considerablemente cuando aprendemos a apoyarnos en la sabiduría de la Ley Cósmica, estableciendo así la costumbre de aceptar aquello que es claramente inevitable y aprendiendo a pensar sólo de manera constructiva y útil.
Evidentemente no ayudaremos a un enfermo con sólo lamentar su enfermedad, sino enviándole pensamientos restauradores y curativos. No constituimos ayuda para el “pecador” comentando incesantemente sobre su “pecado” (que en el fondo no es otra cosa que un reflejo de su inmadurez interna).
Al proyectar persistentemente pensamientos de amor, de paz y de progreso, gradualmente lograremos quebrar la resistencia de la “armadura” de aquél a quien estén dirigidos, provocando en él un inevitable cambio de actitud. Conviene recordar que el amor siempre afecta a nuestros semejantes de manera más eficaz que la falta de amor o la indiferencia. Más aún, invariablemente, es precisamente la falta de amor, lo que provoca en nosotros actitudes y manera de ser reprochables.
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