Todavía recuerdo el momento en que sentí por primera vez este horrible sentimiento. Tenía tan sólo seis años y me encontraba sentadita en un sofá, casi presintiendo lo que iba a decirme mi mamá. El abuelo ya no estaría más con nosotros.
Mi abuelo…
Los días posteriores también vienen a mi memoria. Llantos desconsolados. Miedo a que otro miembro de mi familia también se vaya como se había ido mi abuelito. Temor a perder mis juguetes. Insomnio. Miedo a la oscuridad. Extrañar…supongo que a partir de ese día aprendí también a extrañar. Cuantas lecciones nos da la vida desde tan temprana edad.
La tristeza, es una de las emociones más difíciles de contrarrestar. Un estado que es capaz de hacer cambiar nuestra perspectiva de la vida en un instante.
Es un sentimiento que todas las personas experimentamos varias veces en la vida. Su origen generalmente está relacionado con la muerte de una persona cercana a nosotros, el fracaso, la pérdida y la soledad.
Muchas veces está ligada a la falta de autoestima, ya que, al sentirnos mal, desencadenamos esta emoción.
Cuando estamos tristes, es habitual que lloremos, sintamos como si tuviésemos una bola en el estómago o la garganta, que estemos apáticos, desganados y que nada ni nadie pueda aliviar todos estos síntomas.
Como dijimos anteriormente, es muy común esta emoción, pero ¿Cómo detectar si la tristeza se transforma en depresión?
Cuando la tristeza se extiende por mucho tiempo, es decir, se hace crónica, impidiendo disfrutar de otras emociones que nos da la vida, se convierte en depresión. La depresión se manifiesta cuando presentamos una inmensa y prolongada tristeza y se pierde interés y disfrute de las cosas que nos rodean.
Se caracteriza por presentar problemas para concentrarnos, sensación de desgano prolongado, insomnio recurrente, fatiga crónica, baja autoestima permanente y falta de apetito. En algunos casos, se presentan conductas suicidas. Si detectamos que presentamos estos síntomas prolongadamente, debemos recurrir a un especialista. La tristeza se supera con el tiempo, pero la depresión vive en nosotros haciéndonos experimentar la sensación de haber caído a un pozo, del que no podremos salir sin la ayuda de un profesional.
Ahora, si sólo sentimos tristeza, deberemos tranquilizarnos y pensar que pronto pasará. Pero para calmar este sentimiento o ayudarlo a dispersarse rápidamente, utilizaremos un par de consejos que se presentan a continuación.
Consejos para superar la tristeza
■Darle lugar a la tristeza: Permitirnos sentirnos mal y sentir dolor. Nunca debemos reprimir los sentimientos, por mas caóticos que estos parezcan. El proceso de darle lugar a esta emoción, ayuda a nuestra mente y a nuestro corazón a entender que no son juzgados por sentir de esta manera. Si fingimos estar bien, estaríamos reprimiéndonos. Si dejamos salir la angustia, será mucho más sencillo pasar por ella. De lo contrario, se manifestará en otro momento.
■Llorar: Una de las maneras de canalizar el dolor más efectiva y cotidiana es la del llanto. Llorar es dejar salir todo lo que nos está pasando. Nos permite eliminar la negatividad que nos provoca esta emoción. Sin dudas, el llanto nos ayudará a sentirnos mejor. Las lágrimas nos limpian el alma y ayudan a mejorar nuestro ánimo, aunque en principio parezca que no.
■Estar a solas con nuestros pensamientos: Debatir con nuestra mente el porque de este sentimiento ayuda a procesarlo y a subsanarlo. El hecho de estar a solas, permite que nuestra psiquis reflexione acerca del origen de nuestro padecimiento. Nos sirve para razonar, y no limita nuestros pensamientos. Escuchar lo que nos sucede internamente, es la clave para conseguir sentirnos mejor.
■Hablar con una persona de nuestra confianza: Cuando pudimos procesar y descargar nuestra tristeza, seguramente vamos a necesitar recurrir a una persona que nos acompañe y sea buena consejera. Siempre hay alguien de nuestro entorno, capaz de pronunciar las palabras que necesitamos en ese momento. Cuando estemos frente a ella, debemos abrirnos al diálogo y ser recíprocos. Las conversaciones que se generen en este momento serán claves para la disolución de nuestra tristeza.
■Dormir: Se nos hace bastante difícil en estos momentos poder conciliar el sueño, pero a veces, luego de tanto llorar nuestra mente se encuentra agotada y lo necesita. Acostarnos, aunque no tengamos sueño. Si conseguimos dormir, seguramente nos despertaremos mucho mejor por la mañana y podamos ver las cosas desde otra perspectiva. Tomar una taza de leche ayuda a relajarnos. Al dormir, nuestro inconsciente sigue trabajando en esa lucha interior, a veces se presentan pesadillas, pero no debemos asustarnos, porque esto también forma parte de la canalización de nuestros sentimientos.
■Comer, pero sin excesos: Generalmente, las personas que están pasando por una profunda tristeza padecen de inanición. Pero existen otras, a las que la tristeza les genera tal vacío, que inconscientemente tratan de “llenarlo” comiendo en exceso. Por lo tanto debemos controlar como nos estamos alimentando, ya que, si no comemos, nuestro cuerpo y mente se debilitan, provocando más confusión y tristeza.
■Confiar y recordar: Para poder salir adelante, es necesario confiar en nuestra capacidad de hacerlo. Recordar como resolvimos situaciones similares en el pasado o como lo ha hecho una persona cercana, nos va a permitir ir tomando fuerzas para conseguirlo. Tenemos que tener la convicción de poder hacerlo y pedir consejos a personas que hayan pasado por lo mismo.
■Recrear la mente, llevarla a otros lugares: No significa sólo salir a pasear por un parque. Significa, encontrar actividades que ayuden a dispersarla. Jugar a un juego, leer, realizar crucigramas, nos sirve para que nuestros pensamientos puedan distenderse, al menos por un rato. Es una forma de pasear a nuestra mente por pensamientos diferentes.
La tristeza, tiene un rumbo enigmático, nunca sabemos cuando va a llegar ni cuanto puede durar. Cada persona tiene maneras diferentes de transitar por ella y nadie esta exento de padecerla. A veces, se presenta silenciosa y casi no podemos notarla por si solos. Otras, se manifiesta escandalosamente a tal punto, que sentimos que no nos deja respirar. Debemos comprender que el sólo hecho de manifestar esta emoción es un proceso doloroso pero enormemente liberador. Así como las heridas del cuerpo demoran en sanarse, las heridas del alma necesitan también un tiempo para cerrarse. Si no le damos lugar a manifestarse, probablemente se desate en otra ocasión y se produzca de forma más severa.
Hay que darle lugar al dolor, aprender a caminar con la tristeza y transitar por ese oscuro camino, con la firme convicción, de que pronto saldrá el sol.
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