El amor es inequívoco y eterno como la vida

Eterno porque aunque el hombre muera la vida continúa y así también el amor persiste. Inequívoco porque el amor no comete errores y está siempre listo para cumplir su misión: la voluntad de dar, de compartir, de embellecer, de ser feliz y hacer feliz.

El significado del amor se encuentra en el entendimiento de que no hay amores malos o buenos, porque el amor en sí mismo está por arriba de estos conceptos; jamás controla, no esclaviza, no juzga, no guarda rencores ni envidias, no envenena ni se deja envenenar. Existe total y puro, es perfecto. Somos nosotros los que no sabemos amar, y a veces por nuestra rabia o por nuestros miedos, por ignorancia, por terquedad o por celos, no dejamos que el amor sacuda nuestras vidas y nos embargue totalmente.

El amor verdadero es un plan divino, una historia de siglos que viene impresa en nuestras venas; y el practicante del amor debe ser como el artesano, quien trabaja su madera, su bronce o su barro, con ahínco, con atención, con sabiduría. Creador milenario que aprendió su oficio en la ejecución repetitiva y armoniosa, porque a tallar se aprende tallando y a amar amando.

Cultivemos sentimientos de alegría y compasión, cada sentimiento bondadoso nos enlaza con la extraordinaria fuerza del amor y permite que este nos toque, nos suavice, nos moldée. Dejémos nuestros pórticos abiertos, el alma lista, el corazón atento para que una y otra vez los milagros del amor iluminen el trayecto de la existencia, y entonces podamos encontrarnos cara a cara con sus rostros infalibles: los rostros de la felicidad, de la bondad, de la belleza.

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