Los pensamientos negativos pueden ser incluso más atinados que otros de cariz positivo. Ahora bien, si imperan en exceso, denotan un malestar interior sobre cuyas causas puede ser útil reflexionar.
Paul Watzlawick, en su libro El arte de amargarse la vida (Ed. Herder), detalla las formas en que el ser humano consigue negativizar su vida a través del pensamiento. Según él, «una vida amargada la puede llevar cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, no basta con tener alguna experiencia personal con un par de contratiempos».
Existen personas que parecen manejar un radar de tecnología punta para captar lo negativo y otro de la Primera Guerra Mundial para percibir lo positivo. Pero lo cierto es que los pensamientos negativos nos afectan a todos en diferente medida: se cuelan como invitados no deseados empañando el presente y el futuro, sumiéndonos en emociones destructivas y tiñendo la realidad hasta el punto de que, en casos extremos, se cometería cualquier barbaridad para huir de ella. De ahí que manejarlos adecuadamente resulte crucial para vivir mejor.
Las células del sistema inmunitario no permanecen ajenas a nuestro diálogo interno. «Cada vez que se tiene un pensamiento negativo, el cerebro libera sustancias como la adrenalina, el cortisol y otras hormonas que influyen sobre el sistema nervioso, la musculatura y los sistema cardiovascular, respiratorio y digestivo. Un pensamiento negativo se distingue porque no conduce a la acción ni a algo útil; solo considera las limitaciones, no las posibilidades», asegura Marta Ligioiz, médico especialista en neurobiología del comportamiento.
Cómo darle la vuelta al guante
Bajar al cuerpo. Los pensamientos negativos producen un efecto en el cuerpo, del mismo modo que proliferan cuando se está enfermo, cansado o hambriento. Si aumentan los pensamientos negativos conviene observar si ha habido un desequilibrio en la dieta, si hace falta ejercicio, sueño, descanso... es decir, si se han atendido las necesidades del cuerpo. Es útil tomar conciencia de qué sensaciones provocan estos pensamientos, dónde se acumula la tensión, observar la respiración, inspirar y, sobre todo, sacar el aire profundamente para facilitar la relajación.
Desenmascarar al personaje. Cada pensamiento negativo oculta un personaje interior: un juez severo, una bruja que castiga, un padre exigente, una madre temerosa... Desenmascararlo permite darle voz, comprender su intención y desactivarlo.
Drenar lo negativo. Pensar en negativo media hora al día –y no más– escribiéndolo todo ayuda a mantener la mente limpia el resto del tiempo. Es importante no releer.
Llevar el miedo al extremo. El miedo origina pensamientos negativos. La terapia breve estratégica propone exagerarlos y, llegado un punto máximo, sostener la emoción y ver qué pasa. La anticipación es fruto del miedo al futuro y suele empezar con un «y si...». Es importante detectar y no responder a estos pensamientos a fin de no alimentarlos.
Pensar lo opuesto. Quien teme no llegar a fin de mes puede recordar las veces en que sí logró hacerlo. O bien, sin expresar lo negativo, se puede cambiar la dinámica buscando algo que agradecer a la vida.
Calificar lo positivo. Reescribir la biografía en clave positiva cambia la visión pesimista de algunas personas. También se puede empezar el día visualizando algo positivo. O, por la noche, apuntar todo lo que se ha hecho, excluyendo lo negativo, y valorar el día entre 1 y 10.
Silvia Díez
http://www.cuerpomente.es/titular.jsp?TEMA=30343&a=2&numatra=30246un beso y una linda sonrisa