Las casas no son segmentos aislados, separados de la vida. Concebidas en su totalidad, muestran el despliegue de un proceso de suprema significación: La historia de la aparición y la evolución de un Ser Humano. Comenzamos al nacer con el Ascendente, sin tener siquiera conciencia de nosotros mismos en cuanto seres distintos de algo más. Y gradualmente, casa por casa, pasando por una serie de pasos, fases, danzas, cambios, vamos construyéndonos una identidad que, en última instancia, puede expandirse hasta abarcar la creación entera. Emergemos de un mar amorfo, cobramos forma y volvemos a disolvernos en él. Al menos que se logre ver en esto un proceso de despliegue y desarrollo, tanto la vida como las casas pierden su significado esencial. El proceso como tal es parte de la raíz misma de la experiencia humana. La división no es más que una parte de la totalidad del ciclo y, sin embargo, nos aprisionamos en ella. Pero la totalidad lo es todo.