Muchos años atrás, un joven indio y su abuelo pasaban sus días juntos, tal como era la costumbre. El anciano empleaba la mayoría del tiempo enseñando al niño a cazar, pescar y hacer distintas cosas. Todo esto de una manera "ritual". Habiendo vivido muchos años, el abuelo poseía distintos poderes para sanar y educar. Grande era su conocimiento en diversas cuestiones.
Un día el abuelo le dijo al su nieto: "Nosotros cambiaremos el curso de un poderoso río"
El niño estaba completamente lleno de asombro, ya que sabía que su abuelo era un gran hombre capaz de realizar grandes cosas, pero cambiar el curso de un poderoso río... ¿Qué mortal podría realizar tal cosa?
A medida que se aproximaban al río, el corazón del niño palpitaba al imaginar el curso del río siendo modificado. Cuando llegaron al borde del río, el anciano se sumergió en las aguas y tomó una piedra del fondo del tamaño de un melón.
El niño vio, a través de las cristalinas aguas, como el agujero dejado por la piedra era llenado ahora con arena y agua. En ese momento comprendió que en cierto pequeño modo, su abuelo había cambiado el curso de un poderoso río.
El anciano guiñó el ojo a su nieto y le dijo: "Este es el modo en que un gran río es cambiado. Una piedra a la vez. Es la tarea de cada hombre que camina cambiar el curso de los ríos. Cada acción que realizas, cada palabra que dices, afectará o cambiará el curso de vida de una persona. No dejes de cambiar el curso de los ríos, mi pequeño".