Observemos aquellos síntomas que preferiríamos no tener o incluso toleramos, o nos dañan, y reflexionemos sobre ellos, tratando de aceptarlos. Si podemos, anotemos lo que se nos ocurra, como en una especie de diario íntimo. Voy a dar algunos ejemplos de cómo encarar esa ejercitación:
-Hoy sentí miedo: ¿A qué? ¿En qué momento? ¿Por qué causa? ¿Pude sortearlo o no?
-Tuve sentimientos hostiles hacia mis amistades: ¿Los sigo teniendo? ¿Estaban justificados? ¿Fue por celos? ¿Por rivalidad? ¿Puedo explicarlos?
-Me levanté con depresión, lloré: ¿Conozco la razón? ¿De qué me acordaba? ¿Mi vida es tan desdichada como para ponerme así? ¿Considero normal lo que me pasa?
-A veces pienso que todo me saldrá mal: ¿Me ocurre eso en la realidad o son puras aprehensiones? ¿Consigo sobreponerme y actuar con seguridad y autoestima?
-Me siento culpable, como si mereciera un castigo: ¿Qué hago o hice de malo? ¿Cuáles son mis modelos éticos? ¿Acaso no me gusto como soy? ¿Por qué?
La intensidad de los síntomas delata la intensidad de los conflictos. Y así como no es razonable exagerar su importancia, negarlos no conduce a nuestro bienestar.
http://www.amardemasiado.com.ar/EjercitemosNuestrosSintomas.htm