Conocer nuestras emociones puede llevarnos al crecimiento y evolución personal y espiritual. Hoy les hablaré de las emociones y de los sentimientos como dos fuerzas distintas pero que habitan en el ámbito del ser humano, y que dependiendo de nuestra elección pueden llevarnos hacia el camino del equilibrio o del caos mismo.
Una emoción se apodera de nosotros y podemos perfectamente sentirla y ubicarla en el cuerpo físico, su origen viene “de afuera”, “de lo externo”, quizás no entendamos nuestra reacción y nos sumergimos en ella. Proviene entonces de la total incomprensión como esa energía injustificada que nos altera.
Es importante entonces redireccionarla y liberarla. Pero, ¿Cómo hacemos esto? Podemos preguntarnos ¿Qué voy a hacer con esta emoción? ¿Mi comportamiento va a estar dirigido por ella? ¿Puedo utilizarla y convertirla en algo favorable para mi?
Las emociones son intensas, te alejan de tu centro, son explosiones de energía que te llevan hacia afuera y puedes perderte si no redireccionas esa energía y la reconoces. La ira, el miedo, la aflicción, la tristeza, son emociones comunes que te distraen y te alejan de ti mismo. Con el tiempo nos acostumbramos a ese patrón de comportamiento o a esa emoción de tal manera que pasa a formar parte de nuestra vida.
Los sentimientos en cambio son más calmados, son susurros del alma que provienen de nuestra sabiduría interior conectándonos con la intuición. Tienen su origen en el reino no físico, en una dimensión sutil que accesa a la sabiduría universal pero que no está localizada en el cuerpo físico y que no es reactiva.
Puede suceder también que un sentimiento venga de adentro, cuando te conectas con alguien desconocido y sabes de él o ella, algo que definirá el curso de la relación en el futuro (negocios, amistad, pareja, etc) simplemente hay un ´sentimiento´ que no es comprendido por la mente.
Las emociones se disparan de afuera mientras los sentimientos provienen del alma. Es en la serenidad y el silencio que podemos reconocer nuestras emociones concientemente y liberarlas. Debemos recordar que tomamos decisiones equilibradas cuando nos basamos en nuestros sentimientos y no bajo el estado emocional que tiende a controlarnos.
También es importante no juzgar ni reprimir nuestras emociones, basta reconocerlas, aceptarlas para honrarlas y concientemente soltarlas liberándonos así de ellas. La emoción llega a nosotros para ser sanada, la observamos, la aceptamos y la dejamos partir. Es intentar no reprimir la emoción pero tampoco sumirse en ella.
Esto podría decirse que es la alquimia de la emoción, pues ante las emociones fuertes rabia, pánico, dolor, etc, debemos enfocar la atención en nuestro interior y no en el afuera o agente causante o discordante.
Decimos: `Esta es mi emoción. mi reacción, entiendo perfectamente porque estoy así y voy a estar conmigo en esto. “Me amo y me acepto”. Nos miramos desde la compasión y nos asistimos a nosotros mismos. Esto es estar concientes de la emoción y así en conciencia no se pelea nada, no se rechaza nada, simplemente se funde en el amor divino.
La próxima vez que una emoción se exprese en ti, obsérvala y conéctate con la parte sensible de ti, acéptala desde el amor. evalúa tus sentimientos y por sobre todas las cosas cree en ti.
“El camino de las emociones y los sentimientos puede confundirte pero
todas las respuestas están dentro de ti”
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