El equilibrio o estabilidad emocional como suele entenderse a la capacidad y vivencia controlada de las emociones y sentimientos, es una de las experiencias más codiciadas por el ser humano; semejante a como se habla de la felicidad, Dios, el éxito, el amor y la alegría.
Día tras día muchos sufren con su mal carácter, si se entiende este como un enojo constante, una irritabilidad a flor de piel, la inconstancia en lo que se hace, la intolerancia con cuanto rodea a la persona. Controlarse, dominarse a sí mismo es una de las artes más difíciles, pero a la vez más anheladas, en el fondo, por toda persona orientada al cambio, al perfeccionamiento. Es posible entender el equilibrio emocional como una forma sabia y paciente de vivir la vida emocional, sin irse a los extremos emocionales, cualquiera sea la emoción en juego; decir vida emocional es referirse a la connotación/significado que el individuo da a sus vivencias...si es equilibrado en ellas, si posee cierta madurez para no perder el control de la situación y por tanto de su propia vida.
Para el equilibrio emocional se requiere: estar en paz con Dios, consigo mismo, con los demás; se precisa estar evacuando los sinsabores diarios de la vida (no reprimiéndolos); se requiere perdonar cuanto sea necesario, en cualquiera situación de la vida, además de un amor por los demás que permita aprender de sus errores, de sus valores. Es conociéndose a sí mismo en la forma de actuar, de responder ante las situaciones diversas, cuando se crece como persona, especialmente si se es sincero consigo mismo en los desaciertos y debilidades.
El equilibrio emocional viene siendo, en realidad, una conquista diaria, donde la persona se vuelve consciente de sus malas respuestas al entorno, a las personas, sus inseguridades propias, sus actitudes desagradables. Se supone que el aprendizaje emocional ayudaría a no recaer fácilmente en comportamientos dañinos, tóxicos emocionalmente para la persona y sus semejantes. La autoestima de alguien equilibrado es una vivencia satisfactoria de interacción benéfica con el medio, con los demás. Usted se siente bien, cuando está bien; esto que suena tan obvio no es real a la hora de la verdad de la realidad emocional que viven los seres humanos.
Evoque una situación cercana en la cual usted perdió el control (ira desmedida, crítica mordaz, tristeza profunda, depresión, culpa excesiva...). Analice cómo se sintió al respecto. Determine claramente cómo hubiera podido responder sanamente a tal evento. ¿Cuál sería su modo de responder u operar en situaciones similares que seguramente volverán a presentarse? ¿Qué reacciones emocionales deben cambiar en usted definitivamente?
NO ENVIDIE NADA NI A NADIE
"Es como algo que carcome el alma" se ha oído decir con respecto a la emoción y sentimiento negativo de la envidia. En realidad, la envidia es el sentimiento que hace codiciar a las personas lo que otros son, tienen, han adquirido (su bienestar). Es toda una sensación negativa porque hace que la persona experimente cierta amargura e ira por la posición del otro. Así mismo crea una sensación de incapacidad puesto que el envidioso pudiese pensar que no está en la facultad de progresar o cambiar positivamente aspectos de su vida personal en general. Por supuesto que, la envidia implica cierto nivel de comparación con respecto del objeto o persona que causa la misma o se interpreta como codiciable.
No es de ningún modo sano y positivo estar pendiente de lo que los demás hacen, es decir, si dicho control sobre los demás se realiza para establecer el propio progreso o experimentar frustración ante lo que otros han logrado. El amor auténtico al prójimo implica sentir alegría por su progreso, sus cambios, sus logros. Nuestra preocupación por el prójimo es para que se encuentre bien o mejore su calidad de vida, pero no para desear lo que él ha obtenido con esfuerzo y disciplina.
Además, siempre debemos ser cuidadosos, pues lo que se codicia de otro a veces no es un ejemplo de valores y principios morales, sino afán de vanidad y ostentación. Querer estar en la posición y privilegio de alguien, generalmente, no es del todo codiciable, pues lo esencial del hombre (su alma y espíritu) no pueden ser saciados por lo material (fama, poder, ostentación), como la cultura trata de hacerlo entender. Cada persona debe realizar su propio proyecto de vida, mejorar su estilo y calidad de vida, pues finalmente es un derecho que tienen todos los seres humanos. En lo que respecta a una buena autoestima, ésta debe estar fundamentada en el valor único de cada persona, plena de posibilidades para su desarrollo, día a día, mejorando lo necesario, y fortaleciendo lo poseído como talento o capacidad.
Tome nota sobre aquellas cosas que desearía tener/ser, haga un listado sincero de ello (no es malo desear ser dueño de un gran edificio; ser muy amable, por ejemplo); también: cómo le gustaría que fuese su familia; cómo le gustaría ser a usted como persona; cómo le gustaría que fuera su vida en general. ¿Qué puede hacer usted para lograr lo que le hace falta? ¿Cómo puede disfrutar ahora con lo que cuenta? ¿Cómo podría sacar más felicidad de lo que ha logrado hasta ahora en su vida?
Así mismo, piense en alguien que pueda tener algunas de las cosas que usted anhela. Responda: ¿Es más feliz ella que usted? ¿Vive mejor ella la vida que usted? ¿Es más exitosa dicha persona que usted? La respuesta a estas preguntas es importante. Notará que la felicidad y las cosas son eventos muy relativos en la vida, que no lo hacen a uno dichoso absolutamente. Son medios de vida, nada más. Lea cómo la Biblia lo enseña al respecto: "He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 4.4)
Autor: Alfonso Barreto