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 Poder para el éxito

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Nemesis
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Nemesis


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MensajeTema: Poder para el éxito   Poder para el éxito Icon_minitimeLun Oct 10 2011, 02:44

No es posible a todos el ocupar altos cargos o lograr fama; pero es posible a cada uno de nosotros obtener un verdadero éxito en el trabajo para el cual estamos mejor preparados y, por tanto, es nuestra verdadera esfera de actividad. A uno se le da un talento; a otro cinco, y así sucesivamente. Cada uno de nosotros está destinado a un servicio diferente, y para cada uno hay un hueco en la vida que nadie más puede llenar. Algunos siguen el comercio, otros las artes o la informática, pero sea el que sea el campo, habrá dificultades que vencer.

Es difícil definir el éxito, pues la palabra no significa exactamente lo mismo para dos personas distintas. Sin embargo, aunque el éxito pueda significar para uno una cosa y para otro algo completamente diferente, hay empero una definición amplia que se puede aplicar a todos. En este sentido más amplio, el éxito significa la consecución en la vida de algo que sea realmente digno para uno. También puede describirse como el predominio, no sobre otras gentes, sino sobre la vida en general.

Esto implica vencer, lograr, de forma que cuando la vida termina, uno tenga una razón honesta para sentirse satisfecho. Es de la incumbencia de todos nosotros el hacer algo útil de nuestra vida.

No hemos venido a la vida para andar sin brújula y fracasar; sino que hemos de vencer sus dificultades; ir contra la corriente y llegar a destino. El éxito no consiste en "atesorar" riquezas; satisfacer aspiraciones egoístas, sino que consiste en hacer algo en la vida realmente digno, que enriquezca al mundo y agregue algo al bienestar común. El éxito y el triunfo de esta clase no lleva consigo pesares ni remordimientos, sino que añade felicidad a la vida y satisfacción en la hora de la muerte.

El éxito no es debido a las circunstancias externas, a la suerte o al destino. No es del todo el fruto de las aptitudes, pues gente con mucho ingenio a menudo fracasa en hacer un éxito de su vida; tampoco es debido a la herencia o a las influencias, aunque todas esas cosas pueden ser útiles en un momento dado.

El éxito es debido principalmente a tres cosas, a saber;: Fe, Visión y Servicio. Primero, ha de haber fe en el propio poder de vencer, pues sin esto el éxito es imposible. Si un hombre no tiene fe en sí mismo está en verdad en una triste condición, y ningún éxito puede presentársele. Todos los que quieren tener éxito en sus vocaciones han de tener fe en su poder para alcanzarlo. Han de estar tan convencidos de esto que ningún fracaso o retroceso ha de poder nunca hacer vacilar su confianza. Quien quiera tener éxito ha de tener tal fe en su poder de vencer los obstáculos que, aunque todo el mundo esté en contra de él, permanecerá impávido. Es posible que seres humanos que son verdaderos triunfadores nada sepan del más grande Poder interno pero, instintivamente, creen en él, disponen de él y lo emplean. Hay dos clases de creencia en uno mismo: la creencia o presunción del tonto que cree en sus supuestas aptitudes, de quien piensa que es competente para hacer cosas que están enteramente más allá de su capacidad; los egoístas superficiales de este tipo creen en sus yoes y están tan engreídos en su orgullo que no pueden ver sus propias limitaciones. Pero está también la fe del ser humano fuerte y capaz que cree, no tanto en sus aptitudes como en su fuerza interna, que es más grande que sus poderes finitos. Éste se da cuenta de sus propias limitaciones y confía en algo que tal vez él no comprenda, pero que sabe que está allí y puede confiar en ello. Esta creencia en un poder interno, lo que yo llamo el "fuego sagrado", para vencer es realmente el verdadero secreto de una persona de recursos para triunfar. Es lo que lo distingue del individuo ordinario que nunca puede elevarse sobre el nivel de la mediocridad.

La fe, ya sea en los poderes internos de uno mismo o en su aptitud para salir adelante, que imparte una creencia en el Poder interno es, pues, el secreto de la consecución y el fundamento esencial del éxito. Uno que se encuentre poseído de una confianza como ésta puede reírse de las tormentas de la vida. No importa cuán a menudo haya de probar las amarguras del fracaso -y qué persona, aunque haya triunfado, no las prueba a veces- se levantará otra vez y, aprovechándose de la experiencia, edificará un éxito más grande que los anteriores. La fe es tan necesaria en los asuntos mundanos como en los conflictos del alma. Sin ella es imposible que la persona tenga éxito en la vida; está condenada a abatirse ante sus dificultades. Los hombres y mujeres con fe, cuando son azotados por la adversidad pueden caer, pero para levantarse de nuevo. No se lamentan y jamás van a engrosarlas filas de los que habiendo dejado escapar las oportunidades doradas de la vida vegetan hablando de los éxitos que hubieran alcanzado si solamente no hubieran sucedido ciertas cosas.

La fe y el valor son vitalmente necesarios para todos los que quieran hacer algo de su vida y ser de alguna utilidad para el mundo. El éxito no se obtiene sin esfuerzo; los grandes triunfos no son posibles excepto como resultado de un esfuerzo sostenido. Desgraciadamente, muchos esperan un sendero de rosas, pensando que pueden ir a través de la vida sin fracasos, contrariedades y retrocesos. Esto es imposible. Todos los que obtienen éxito han tenido sus fracasos y horas oscuras, cuando todo les pareció perdido. Son puestos a prueba hasta el máximo. La diferencia entre los que triunfan y consiguen y los que fracasan y no llegan a nada no está en las oportunidades o la experiencia, sino en la manera en que afrontan las adversidades de la vida.

El hombre de fe y valor aprende lecciones de sus fracasos; comienza de nuevo y aprovechándose de su experiencia dolorosa, edifica para sí un éxito más estable y más duradero. El hombre de poca fe, por lo contrario, no trata de sobreponerse a sus calamidades; rehúsa aprender la lección que el fracaso le enseñaría, y nunca prueba otra vez. En lugar de reconocer que la causa de su fracaso está dentro de él mismo, y de esforzarse para remediarlo, culpa a las circunstancias y a los demás; condoliéndose como si fuera herido y maltratado por la vida y sus semejantes. Tal persona nunca puede hacer de su vida un éxito verdadero ni nunca conseguirá nada. La compasión de uno mismo es la más destructiva de todas las prácticas negativas, y bloquea el sendero a todo progreso y consecución. Quien se compadece de sí mismo reconoce, al obrar así, que es un fracasado y que las circunstancias son demasiado fuertes para él. Al compadecerse de sí mismo evidencia que no tiene fe en el poder interno que es más grande que todas las circunstancias adversas.

Ésta es muy a menudo la única causa del fracaso de algunas personas. No tienen fe, porque no tienen nada en qué creer. Tales necesitan darse cuenta que tienen un poder interno que es parte del Poder Infinito, Único, Omnipotente. En cuanto se dan cuenta de ello y buscan y confían en tal poder hallan que no hay dificultad que no se pueda vencer, ningún desastre que no e pueda reparar, ningún fracaso que no pueda convertirse en un peldaño a un éxito mucho más grande que jamás se creyó posible antes. Todas las limitaciones del hombre son debidas a sus dudas o miedos, a su falta de creencia en el poder interno. El ser humano limita lo Ilimitable por sus pensamientos, por su falta de fe y por su perspectiva terrenal. Tiene el Infinito a su disposición; si se diera cuenta de esto hallaría que "todas las cosas" son posibles.

La consecución de cualquier cosa realmente digna no solamente requiere fe sino que además requiere confianza. En condiciones iguales, el hombre que triunfa es siempre el hombre de más amplia visión. Uno de pequeña perspectiva, que visualiza cosas insignificantes, nunca puede conseguir grandes cosas. De la misma manera las consecuciones de uno cuya visión es grande nunca pueden ser insignificantes o pequeñas. Lo obtenido por el ser humano es siempre una reproducción de su visión o imagen en sus pensamientos; esto es, por supuesto, si tiene la confianza y el valor para llevar las cosas adelante hasta un final victorioso. Lo que se tiene presente en la mente siempre tiende a manifestarse en la vida. Las imágenes de la mente, si se sostienen constantemente, poderosamente, se reproducen en la vida cotidiana. Todo logro externo es el resultado de la visión interna.

Primero en lo invisible y luego en lo visible es una de las leyes del universo. Las cosas se crean primero en el "material" de la mente antes que se produzcan o reproduzcan en el mundo material externo. Contemplen un puente grandioso, y no verán más que la expresión externa de la visión que sostuvo la mente del ingeniero. Miren una vida bella y noble, y verán la manifestación de las imágenes y pensamientos de belleza y nobleza del interior de ese sujeto. La vida es el gran tulpa

La visión es la facultad más maravillosa que poseemos. Mediante ella, todas las fuerzas invisibles de nuestra vida se enfocan y concentran en un punto hacia una consecución definida. Mediante ella, todas nuestras acciones se dirigen inconscientemente hacia la misma meta. Mediante ella, el hombre de ambición desmedida es apresado por poderes que son más grandes que él mismo y forzado a desempeñar cargos de una responsabilidad agobiante que lo convertirán literalmente en un esclavo. Encuentra, entonces, que ni la riqueza ni la fama pueden compensarle la pérdida del esparcimiento, la salud y los placeres sencillos de la vida. En medio de su éxito y fama su corazón está enfermo de anhelo por una vida más sencilla y más feliz. Pero esto se ha hecho imposible; está sufriendo los resultados de su visión demasiado ambiciosa y su fantasía mental

La visión es el poder más grande de la mente humana. Sea lo que quiera que se mantenga en la mente bajo la forma de fantasía mental, con el tiempo se modela en la vida. Si, por consiguiente, las imágenes mentales son de clase equivocada, muy grandes han de ser los desastres en la vida. Hay un propósito Divino tras cada vida, un plan que es infinitamente bueno. Si las imágenes mentales están en armonía con el propósito de la vida, moldearán el verdadero éxito y la verdadera consecución.

Si, no obstante, hay un choque entre los dos, el único resultado posible es una infelicidad extrema y lo que puede parecer externamente ser un éxito, en realidad es un fracaso terrible. En las tempranas etapas de la nueva vida esta guía y propósitos divinos podrán no ser discernibles; pero un buen sustituto es seguir los ideales más elevados y las aspiraciones más altas como se presentan al alma en cada momento. Si se siguen las aspiraciones más elevadas no se andará equivocado, y si se persiste pronto se recibirá una guía más definida. Todo ideal ha de ser, por consiguiente, práctico.

Por el abuso de las fuerzas mentales el ser humano puede literalmente destruir su vida. Al visualizar la riqueza, por ejemplo, y querer muy vigorosamente que la riqueza venga a él, pone en acción fuerzas poderosas que se vuelven un poder irresistible en su vida, haciéndole perder la estabilidad y haciéndolo girar como una veleta. La riqueza viene, si el hombre es suficientemente fuerte en concentración y voluntad, pero con ella pueden venir también desastres, pesares, mala salud y miseria indescriptibles. Además, para realizar su ambición ha de sacrificar la vida de su hogar, todos sus placeres sencillos, la compañía de quien ama, hasta que finalmente, habiéndose realizado su ambición, se siente entre las ruinas de su felicidad, en una victoria pírrica, un hombre con el corazón deshecho, desesperado y desilusionado.

Es necesario emplear este poder de la visión, pues es imposible ordenar la casa o construir un gallinero sin él. Lo que se necesita es que sostengamos en la mente imágenes que estén en armonía con lo que nuestra intuición nos dice es lo más elevado y lo mejor. En lugar de aspiraciones egoístas hasta saciarse de las cosas perecederas han de haber deseos por una vida más sencilla, menos egoísta y más natural, combinada con el servicio a los demás. Esta palabra, "servicio", nos conduce a nuestro tercer punto, pero antes que pasemos a él es necesario decir algo acerca del propósito, la constancia y la persistencia.

La visión mental, para que sea efectiva, debe ser continua. Es decir, si sostenemos una imagen o ideal en la mente por un tiempo y luego nos cansamos y la reemplazamos por otra, nada de valor conseguiremos o se manifestará nunca. Si un hombre se propone construir un gallinero, debe sostener la visión del gallinero en su mente hasta que haya reunido las herramientas y el material y construya la cosa que desea hacer. Si, por el contrario, sostiene en su mente la imagen de un gallinero durante un día y luego la cambia por la de un reloj de pared y al día siguiente por la de una biblioteca, nada tangible resultará nunca.

Si una dueña de casa decide limpiar una habitación de la planta baja y, antes que su imagen mental pueda plasmarse la cambia por una de una habitación de la planta alta, y luego antes que nada definido se haya efectuado decide salir a dar un paseo, es claro que los resultados serán de carácter negativo. Sucede lo mismo con los grandes problemas de la vida. La mente ha de ser constante; se ha de adherir al propósito principal y rehusar apartarse de la línea de esfuerzo que nos hemos propuesto. La visión debe ser constante y, si se mantiene, se obtendrá una consecución definida.

Se verá, pues, que las circunstancias de la vida son en gran parte el resultado de las imágenes mentales o visión. Así, como es cierto que la ambición desmedida y el egoísmo y la visualización de riquezas, fama y poder producen infelicidad y miseria, es igualmente cierto que las imágenes temerosas de fracaso y desastre también traen consigo la correspondiente manifestación externa del fracaso.

Aquellos que siempre están visualizando su propio fracaso nunca pueden vencer en las cosas que emprendan. Sus imágenes mentales de fracaso y desastre inconscientemente influyen en su conducta, acciones y juicio de forma que producen estos estados negativos en la vida.

Imaginarse el fracaso y la pobreza es la causa que se materialicen en la vida; por consiguiente, quienes sean propensos naturalmente a esta práctica negativa deben transmutar sus imágenes mentales y ponerlas más en armonía con la Verdad. El Infinito no conoce la pobreza ni el fracaso; tales cosas no tienen lugar en la Mente Divina; por consiguiente, el hombre debe elevar sus pensamientos y su visión y ponerlos más de acuerdo con la verdad real e las cosas.

Finalmente, el verdadero éxito sólo puede venir mediante el Servicio. El más grande entre nosotros debe querer servir al más humilde. Todo éxito en realidad está basado en el Servicio, aunque pocos lo sospechen.
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