La Tierra, nuestro planeta, es nuestra escuela actual de desarrollo. En ella debemos aprender la paciencia, la bondad, la compasión, la generosidad, la amabilidad... en definitiva, siempre Amor.
Lo que muchos denominan casualidad o destino es conocido por otros como Plan Divino de Perfección. Nacemos con un objetivo, una serie de asignaturas pendientes que arrastramos de otras vidas. A medida que vayamos superando las metas marcadas por nuestra alma antes de encarnarse, iremos ascendiendo a un nivel superior de bondad y consciencia, hasta alcanzar la sabiduría y el amor plenos.
Enfréntate a cada obstáculo con confianza. Piensa que son tus oportunidaes para mejorar esta vida y ganarte otra vida mejor. Corrige esos vicios o defectos que ves asomar al observarte a ti mismo. Encamínate hacia el noble sendero del amor, aquél al que se encaminan con diferentes formas todas las religiones del mundo. Busca el tuyo y no lo pierdas. Sin excesos, sin dolorosos apegos, pleno de gozo.
Aunque no seas religioso, realiza todos los días al menos una buena acción, por pequeña que sea: una simple sonrisa a alguien que no te cae bien, etc. Verás qué efecto produce en tu vida esos pequeños cambios.
Y cuando te suceda algo negativo, no lo repitas una y otra vez, no lo menciones una y otra vez. Así solo conseguirás ir de víctima y atraerás más mala suerte.
Piensa en positivo y alejarás lo negativo.
Si algo malo te sucede, no te enfrentes recurriendo a la cólera, la ira o el odio. No sigas creándote karma negativo. Al causante del daño ya se le cobrará la cuenta en su momento. Agradece en cambio la oportunidad de limpiar tu propia cuenta y vigila de no añadirle penas. Recuerda que el perdón es la sanación del alma.