El Universo está basado en el orden y la armonía entre todas sus partes. Las relaciones entre éstas crean un ritmo de Vida.
Puesto que todo está vivo, todo está en movimiento. Las personas actúan como campos de energía que se atraen y se repelen formando una gran maraña de redes a lo largo de todo el planeta. Y todos estamos conectados entre sí porque todos procedemos de la misma luz.
La energía no nace ni se destruye, simplemente se transforma. Nosotros somos energía, y como tal somos eternos. La muerte no es más que una transformación. Pasamos del estado físico al etérico y, cuando sea el momento, volveremos al estado físico nuevamente para terminar lo que nuestra alma consideró incompleto. Así es la rueda de la vida, un fluir incesante, constante.
Pero con ese nosotros no me refiero a cada uno de nosotros como personas con cuerpo y personalidad, seres con identidad individual, sino al nosotros como entes carentes de ego, seres puros. Aquellos que han abandonado el deseo y los apegos. Seres sin nombre ni forma. Energía en estado puro.