Concursante de belleza:Símbolo Fálico o Falo simbolico

El primer concurso de este tipo, en los Estados Unidos, lo escenificó el notorio P. T. Barnum cuya reputación de deshonestidad y prácticas fraudulentas, es por lo que hoy se lo recuerda --- a Kellogg, por el cornflakes.

La frase más famosa que éste pronunciara fue: “Un pendejo nace, cada minuto”.

Por razones patrióticas, tal vez, los dominicanos se la atribuyen al dictador domínico/haitiano, Ulises Heraux (1845-1899).

Prosigamos

Los concursos de belleza modernos pueden trazarse al Primer Concurso de Miss América que tuvo lugar en Atlantic City NJ en 1921.

Por mucho tiempo, y hasta la II Guerra Mundial, los norteamericanos de clase media y conservadoras se mantendrían lejanos a tales actividades, hasta que para entretener a las tropas y levantar fondos se harían más populares, llegando a adquirir una popularidad que hoy mengua.

Actualmente existen toda clase de concursos, habiendo generado una industria de la admiración de la mujer --- si se considera ésta, como la mejor manera de enaltecer el sexo femenino.

La perspectiva feminista

Las mujeres representativas del movimiento feminista de muchos países reducen a quienes modelan y a quienes participan en estas funciones, al papel dudoso e inmoral de ser promotores de la mujer como si fuera ganado en una feria de lascivia.

Inevitablemente, el Internet capturó la acción y, hoy se ofrecen concursos para toda morfología corporal, glorificando aún lo grotesco.

La mujer prehistórica

La mujer prehistórica tenía que vestirse de modo atractivo. Su elegibilidad genética estaba predicada en atraer el hombre que, no sólo la embarazara --- asunto muy fácil --- pero, que la ayudara con el soporte de su cría --- asunto, no tan fácil.

Para ello la Naturaleza nos dotó con módulos natos qué seguir para el “juego” de la reproducción humana --- ya que somos diferentes --- así nos gusta pensar --- que los otros simios.

Estereotipos de belleza femenina a lo largo de la historia

Una excavación reciente de un sitio del Neolítico superior, nos sugiere que los seres humanos tenían preocupaciones acerca de sus apariencias, por lo menos, hacen 7500 años.

Nuestros antepasados produjeron figurinas de mujeres usando faldas cortas, blusas ornamentales y pulseras en sus brazos.

Lo que es más sorprendente es que esas mujeres prehistóricas se acicalaban a sí mismas en maneras que no se apartan mucho de las usadas por la mujer moderna.

Lo que sí aprendemos, de nuevo, es que ellos apreciaban la mujer, de tamaño moderado, esbelta, y con cintura delgada.

La cintura estrecha, como en otra lección enseñáramos, era el ideal conformado de la belleza femenina.
Los estatuarios greco-romanos poseen la misma relación de cadera-a-cintura como la de la mujer del neolítico y la que hoy existe y consideramos “ideal”.

Por supuesto, la cultura greco-romana es la fundación de las convicciones estéticas que aún nos guían.

Así, que como sugiriéramos en nuestro artículo, La Neuropsicología del Deseo, el ideal de la cintura estrecha ha sido componente esencial de la belleza femenina por tiempos inmemorables.

La figura del reloj de arena: senos de buena proporción, cinturas estrechas, y caderas, un poco más amplias, indicaban en una mujer, el suministro óptimo de las hormonas necesarias para la reproducción humana.

Desafortunadamente, la mujer mediocre actual, sedienta por las cirugías plásticas, ha hecho de un rasgo natural y adaptivo, una parodia obscena.