Como un espejo empañado en el que no se puede ver nada, hasta que lo frotamos y vemos con claridad, así en nuestra búsqueda sucede lo mismo.
El mundo donde cada día nos desenvolvemos es el espejo empañado, pensamientos adquiridos, pensamientos creados por nosotros. ¿Cómo percibir correctamente?, primero comprendamos que es lo que adquirimos.
Las tradición, las costumbres, son memoria, pertenecen a los otros, son de otro espacio y tiempo, lo heredamos y no nos preguntamos por qué debemos aceptarlos, las emociones, nos pulsan hacia ello, a través de la empatía vinculada a la memoria de seres queridos, de lugares recordados o de fantasías creadas.
La memoria al pertenecer al pasado es un algo ya muerto, carece de vida, no es desfavorable la memoria, sí es desfavorable, atribuirle la categoría de real en el presente, ignorando de que se trata de memoria.
Se atribuyen afectos o defectos ante lo que percibimos a través de la memoria, examinamos un algo, y ese algo le atribuímos cualidades que nosotros atesoramos en nuestra memoria.
El espejo está empañado por algo que no nos pertenece, no obstante lo defendemos como si fuese parte de nosotros.
Un árbol no es un árbol, la designación conceptual de árbol es un atributo producto de nuestra mente, un árbol no depende de ello para estar en la Vida, es en el mundo, donde nosotros precisamos llamarle árbol, para categorizarlo, en el ámbito social del mundo, sin ello tenemos la creencia, que no podríamos alcanzar una comprensión mútua entre seres humanos.
El Mundo no es un algo a rechazar sino un algo a comprender que es un medio, a lo largo de la história social, las atribuciones del Mundo han superado a las verdades de la Vida.
Las imágenes del Mundo son sustitutas de la Vida, Platón con su caverna, nos mostraba que el mundo no es la Verdad, El buda, con sus enseñanzas nos mostraba que la Verdad no es el mundo mental. Esto es el espejo empañado que es preciso frotar para ver con claridad.