Dicen que cuando los españoles llegaron a Teotihuacan, la espléndida ciudad azteca por entonces abandonada, se quedaron boquiabiertos ante tanta majestuosidad.
¿Cómo era posible que una ciudad tan magnífica se encontrara allí en tal condición de abandono? Muy poco se sabe al respeto.
Cuando Hernán Cortés y sus hombres, preguntaron a los nativos sobre lo allí sucedido, no consiguieron de ellos, respuestas demasiado claras. Las razones que les referían, apenas resultaban entendibles para la mentalidad occidental.
Ellos explicaban, entre otras cosas, que:
“En un mundo muerto, un dios humilde y enfermo, Natuatzin, encontró en este lugar al dios Tecuciztecaltl, que hacía penitencia. Ambos se arrojaron al fuego sagrado, se convirtieron en la quinta luna y el quinto sol, edificaron las pirámides y crearon al hombre.”
Teotihuacan significa “Ciudad de los Dioses”. Parece ser que allí la vida religiosa estaba en el centro del pensamiento de sus moradores. Me temo que los sacerdotes encargados de preservar su sabiduría ancestral, contaban con todo el poder necesario para hacerlo.